El Fogón
José Ángel Solorio Martínez
La geopolítica fronteriza tamaulipeca sufrió
un vuelco sorprendente por el impacto del resultado de las elecciones del
verano pasado. Como nunca, el PAN se articuló en una estructura sólida,
galvanizada. Como pocas veces, el PRI fue arrinconado a un municipio
importante: Reynosa, Tamaulipas. La derrota del tricolor en Nuevo Laredo,
Matamoros y Miguel Alemán no sólo puso contra la pared a sus militantes;
también ubicó a sus élites, como entes pragmáticas y de escasa visión de
profundidad de campo: operaron contra su partido y lo más dramático, contra su
futuro más inmediato.
Así fue. En Nuevo Laredo, dos de los grupos de gobierno más vigorosos
–el capitaneado por Horacio Garza y el encabezado por Ramón Garza Barrios-
decidieron apoyar a Carlos Canturosas en una postura de venganza a
cortoplacista contra las actitudes del gobernador Egidio Torre Cantú. Ganaron
su apuesta; pero quemaron sus boletos para ser protagonistas en la sucesión del
2016.
En Matamoros igual. Leticia Salazar contó con la adhesión de los
principales factores priistas –Tomás Yarrington, Manuel Cavazos Lerma y
Baltasar Hinojosa- para llegar a la presidencia municipal. La vocación
revanchista inmediatista de Baltasar y Tomás y los principales cuadros
políticos del cavacismo les hizo obtener un triunfo para el PAN con altísimos
costos políticos para sus propios proyectos. Cierto: mostraron que son
fundamentales para construir propósitos de autoridad, pero también evidenciaron
su animadversión a las propuestas de Torre Cantú.
¿Por qué perdieron ganando, los nuevos aliados del PAN en la frontera?..
Por una razón histórico-política: en el sistema de poder tamaulipeco con
presidente de la república priista, el gobernador está imposibilitado para
votar…
…pero tiene la posibilidad de vetar.
(El veto de los gobernadores nunca es frontal. Siempre es de soslayo:
campañas negras de prensa; confrontaciones ficticias; disensos artificiales;
expedientes oscuros y enemigos que se engrandecen en las corrientes de opinión.
Por mucho apuntalamiento que traiga el candidato de Los Pinos, las fuerzas
locales desatadas son un problema que puede agriarse y ensuciar los escenarios
regionales).
En ese paisaje de naufragio, el priismo reynosense es el único factor
que quedó a flote. Más por estrategia de sobrevivencia interna –se aglutinaron
en torno a la candidatura de Pepe Elías para confrontar a Francisco García
Cabeza de Vaca, más que por su afinidad con el priista- dieron muestras hacia
el exterior y al interior del PRI de una madurez excepcional. Como no se veía
en décadas.
Maniobra maestra.
Oscar Luebbert, Felipe Solís Acero, Amira Gómez, Everardo Villarreal, Tomás
Robinson, la facción capitaneada en la ciudad por Rigoberto Garza Faz y sobre
todo el alcalde Pepe Elías Leal, emergieron como un compacto y triunfal
afluente. Todos con tiquete en mano, para la ruleta 2016.
No se ve clase política local, tan maciza y tan jubilosa en el escenario
tamaulipeco. Unos con más, otros con menos posibilidades; pero ahí están.
La auto-demolición de las carreras políticas de Raúl González y
Morelitos Canseco; y los notables debilitamientos de Homero de la Garza y de
Alejandro Etienne potencia las expectativas del clan reynosense. Homero y
Alejandro están metiendo en un gran dilema al primer priista de Tamaulipas: se
hunde con ellos o construye precandidatos emergentes con los cuales entrar en
la negociación en la instalación de su sucesor. Un precandidato fuerte en el
equipo del gobernador –ante la propuesta del Centro, sólo pueden ser eso:
precandidatos fuertes- siempre es saludable: proporciona tersura a su salida y
capacidad de consenso con la Federación y con la administración que viene.
Los reynosenses, que no ven un gobernador de su terruño desde los
tiempos de Marte R. Gómez -1937-, están listos.
Ocho décadas de espera, no son
muchas…
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