lunes, 1 de octubre de 2012

El costo de la traición

Polvorín
José Ángel Solorio Martínez
          Juan Diego Guajardo anda bocabajeado. La conducta que para muchos fue traición –apostar al candidato del PRI y abandonar a su hermano Roberto-, ya ha permeado su estructura política que se le ve atomizada, desperdigada.
          Al interior del Ayuntamiento existen fisuras que amenazan con abortar la continuidad de un proyecto que se veía vigoroso, fresco y con posibilidades de enraizarse en la ciudadanía riobravense al estilo de su extinto hermano Juan Antonio.
          El alcalde riobravense se equivocó.
          El gobierno estatal no le ha cumplido las promesas, y los grupos sociales que le hicieron ganar la alcaldía lo ven con recelo por su actitud de lacayo ante el poder. Ese prurito crece entre los cuadros políticos opositores ante el recuerdo de la reciedumbre de Juan Antonio que nunca se dobló ante las presiones del gobernador en turno.
          Juan Antonio, enfrentó a Cavazos Lerma.
         Juan Antonio, se impuso a Tomás Yarrington.
         Juan Diego, apenas al primer apretón y entregó la ciudad.
         Sus antiguos aliados están enfadados.
         El PAN lo repudia.
         El PRD lo vomita.
         El PT lo detesta.
         Y el PRI –su reciente aliado- le tiene desconfianza y ojeriza por la derrota propinada.
         Dentro del bloque guajardista hay escurrimientos.
         Hace unos días el Tesorero municipal, recriminó a Juan Diego. Le dijo mostrándole una hoja impresa en donde se registraban las participaciones municipales:
         -Mira. Tú hermano lograba más sin entregarse a los gobernadores. Tú, por esto te vendiste...


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