martes, 2 de agosto de 2011

VAQUERÍA EN LA CIUDAD MAYA DE DZIBILCHALTÚN

Gobierno del Estado de Yucatán
Comunicación Social
Sala de Prensa del Gobierno del Estado de Yucatán
Agosto 02 2011
Dzibilchaltún, Yucatán

Dzibilchaltún, Yucatán
          La gobernadora Ivonne Ortega se abrió paso entre tanta gente que colmaba la calle principal de esta pequeña comisaría de Dzibichaltún. Estaba ataviada con un terno bordado de hilo contado multicolores, en el cabello tenía prendido un enorme lazo naranja y, aunque no tenía rebozo en ese momento, levantaba ambos brazos al rito de la jarana.
          La noche era ideal. Eran las 10:35. El cielo estaba despejado, el calor sofocante del día había amainado, se escuchaba una mezcla de respiración de vegetación con música jaranera de Arturo González y de Bartolomé García. Y se "respiraba" en el ambiente un ánimo de fiesta que desbordaba por los poros en sudor y que se manifestaba en un intenso deseo de mover los pies.
          Ella estaba acompañada del gobernador de Quintana Roo, Roberto Borge Angulo y de la alcaldesa de Mérida, Angélica Araujo Lara.
          "Esto es de verdad una vaquería, como antaño", alguien suspiró.
          La mandataria venía de un intenso informe a los pies de la estructura 44, de la legendaria Dzibichaltún. Cuando terminó su encomienda, había subido a la calesa, y, en el trayecto hacia la comisaría, más de un kilómetro, la fiesta de pueblo, la auténtica vaquería, ya se sentía por todos lados: varios grupos jaraneros iban a su lado.
          Apenas descendió de la calesa, en medio de besos, gritos de alegría, subió a la primera tarima, levantó los brazos y, como si absorbiera la energía divina de los mayas, no dejó de jaranear hasta que llegó a la tarima principal, con música en vivo.
          "Por aquí, por aquí", decían sus asistentes, en un afán de orientarla para seguir el paso de la multitud que la rodeaba. La alcaldesa de Mérida, Angélica Araujo, también se movía al ritmo de 3x4.
          El gobernador de Quintana Roo tampoco aminoró el ritmo. Pidió que alguien le diera un pañuelo, bien para secarse el sudor, bien para agitar al aire en compañía de la Gobernadora.
          Ya en la plaza principal de esta pequeña población que abrió sus brazos para recibir a más de 10 mil bailarines de 96 municipios y a los que se habían sumado otros 10 grupos jaraneros especializados en estas artes, el bastonero Sergio Casanova anunció lo que en realidad era el corazón de esta convivencia popular y tradicional:
          "Por la grandeza de nuestro Estado, por el diálogo eterno entre el tiempo viejo y nuevo, queremos nombrarlo hoy embajadora de la vaquería, nuestra fiesta del pueblo".
          Un grupo de niños, que "representan la semilla del tiempo nuevo", entregaron la banda de embajadora a la mandataria. Para eso, ya eran las 10:55 de la noche. Ella de nuevo estaba ante los ojos de miles, ella, con esa sonrisa en los labios, de nuevo jaraneó, pero con la banda impuesta que cruzaba el pecho.
          Lo valía. A las siete de la noche había entrado por la puerta principal de la majestuosa Dzibichaltún, había caminado el Sacbé entre sonidos de caracoles, tunkules, incienso y jóvenes que danzaban con penachos de plumas en la cabeza y brazaletes tatuados en los brazos y había presenciado testimonios alentadores sobre los logros de este quinquenio y el año reciente, y había, de voz propia, enviado un mensaje de estímulo y de lucha al pueblo yucateco.
          Así como había iniciado, con ese ímpetu y alegría, también había terminado airosa a las 11:15, de Dzibichaltún, de la cuna milenaria de los mayas, de los yucatecos, de los habitantes de este estado. Epílogo adecuado para el IV Informe Ciudadano.

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