El Fogón
José Ángel Solorio Martínez
El Presidente del Comité Directivo Estatal del PRI de
Tamaulipas, Rafael González Benavides es ya un pasivo insostenible para un
partido que aspira a regresar como la primera fuerza electoral en la entidad.
(Las dos recientes elecciones federales el institucional ha sido echo polvo). A
su escasa habilidad política y a una gruesa capa de disensos entre la mayoría
de los grupos de poder tricolores de la región, muestra un liderazgo liquidado
por un error de origen: se le instaló al frente de los priistas tamaulipecos, a
pesar de sus vínculos públicos y permanentes con Marco Antonio Bernal
Gutiérrez.
(Sólo una persona ingrata no reconocería la bendición del
legislador en la carrera del abogado matamorense: lo hizo coordinador de
campaña en la contienda interna en la cual salió derrotado por Tomás
Yarrington. En reciprocidad, el candidato inmolado propuso a Rafael para que
fuera el Presidente del Supremo Tribunal de Justicia en la administración
yarrintoniana. La recomendación de ambos –Tomás y Marco-, se dice, colaboró
para instalar a González Benavides en el CDE.).
¿Acaso es un pecado, tener un amigo diputado federal y
precandidato a la gubernatura del estado?.. Para
nada.
Las contradicciones comienzan, cuando el evento se
convierte en una acción que incorpora inequidad al proceso de selección del
candidato priista al gobierno del estado. Ninguno de los otros precandidatos
–que también los hay, y la mayoría con más cilindraje que Bernal Gutiérrez- ha
dormido a gusto desde la llegada de Rafael al CDE del PRI. ¿Miedo?
Más que temor, la presencia de González Benavides ha
generado desconfianza entre los aspirantes toda vez que puede inferirse –aunque
no sea así- que el líder priista trabajará para apuntalar la presencia de Marco
en las filas tricolores. Al menos, esa es la lógica empleada por el resto de
los precandidatos.
Las consecuencias, de ese pecado original ya están
aflorando.
La presencia de Antonio Martínez Torres entronado como
Presidente bis del CDE del PRI tamaulipeco, sólo puede explicarse en esa
atmósfera de sospecha y de penumbras. Opera como una estrategia para generar
contrapesos a la notable influencia de Bernal Gutiérrez, por parte del grupo
político de los magnates de la construcción que patrocinan la candidatura del
Secretario de Desarrollo Social, Homero de la Garza. (Respuesta que suena aún
más coherente, si se conoce un antecedente: Toño Martínez fue vetado para el
CDE legítimo justamente por los padrinos de González Benavides…).
Las consecuencias del albazo de Bernal y Benavides, al
parecer, aflorarán constantemente en una sucesión gubernamental que sólo está
tranquila y pacífica en la superficie. Hace unos días ocurrió otro evento
ligado a la parcialidad que Rafael imprime a los trabajos del PRI: la
incorporación a la estructura partidista de Susana Hernández Flores. El arribo
de la hermana del ex gobernador Eugenio y la operación política de su
instalación en manos de Oscar Almaraz Smer –Rafael en este proceso ha sido un
convidado de piedra- debe verse también como una maniobra para equilibrar la
correlación de fuerzas en el CDE del PRI. ¿Es saludable esa incursión a
bayoneta calada, en el CDE de la diversidad priista?..
En estricto sentido político, no.
Los priistas, pueden argüir que en términos estructurales el PRI va en
consolidación y que su partido va de gane.
El gran perdedor, es Rafael González Benavides. Su exiguo
liderazgo, se adelgaza aún más. Al ceder espacios, tanto a Toño Martínez como a
Susana Hernández Flores su arrinconamiento es aún mayor. ¿Tiene caso sostener a un Presidente tan erosionado como
Rafael?..
El nuevo escenario, lo hace verse obligadamente
reemplazable.
Desde los días de Lucino Cervantes, no se veía un líder
tan anodino.
Rafael es de esos extraños y fenomenales casos de la
burocracia tamaulipeca: su presencia en cualquier cargo, es tan indiferente
como su ausencia…
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