Polvorín
José Ángel Solorio Martínez
Horacio Garza, es un
viejo y experimentado político tamaulipeco. Oriundo de un pueblo nuevoleonés,
llegó a Nuevo Laredo para hacer fortuna y carrera política. Ambos deseos, los
cumplió a cabalidad. Es uno de los más exitosos cuadros políticos del tricolor
en la entidad. Ha sido dos veces diputado federal, diputado local y alcalde de
la ciudad
que le dio todo; también, operó muchas áreas de su partido a nivel municipal y
estatal.
Su
último cargo, fue ser representante del gobierno de Tamaulipas en la Ciudad de
México.
No le
gustó el torcido.
Y
renunció.
Dejó el
cargo, con un sui generis estilo: envió un mensaje de texto al gobernador
Egidio Torre Cantú –vía Blackberry- informando que dejaba la encomienda.
Luego de
abandonar el cargo, se marchó a Nuevo Laredo a apoyar a su hijo político para
convertirlo en alcalde de su patria adoptiva. Y lo hizo presidente municipal.
Sólo que por el Partido
Acción Nacional.
Es
decir: en sentido estricto, Horacio Garza no es un priista; es más bien un
panista cada vez más fuera del closet.
¿A quién
creerle: al ex priista fugado, o al panista febril?..
Está
claro: Horacio aspira a que sus descendientes políticos escalen en la pirámide
del poder tamaulipeco. En parte por eso, declara la debilidad estructural del
otrora partido de su corazón.
Es
evidente: cambió su traje tricolor, por el novedoso atuendo blanquiazul.
No es
mala, ni censurable, la conducta de Garza.
Al
contrario: viene a abrir el debate en las organizaciones políticas para la
construcción de estrategias con el objetivo de ganar el poder en la región. Y
eso es saludable de cualquier ángulo, para el sistema de partidos.
Lo
lamentable –para el desarrollo democrático de la entidad- es que el PRD, el PT
y el mismo PRI, permanezcan ausentes en una discusión que desde hace meses debieron
abrir con sus militancias…
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