domingo, 2 de febrero de 2014

La nueva divinidad tricolor

El Fogón
José Ángel Solorio Martínez

          El Tamaulipas posrevolucionario, ha vivido siete etapas políticas por los impactos del escenario nacional: 
1.- La carrancista, de 1917 a 1921.
2.- La aguaprietista de 1921, que luego se convertiría en portesgilista hasta 1947.
3.- La alemanista: de 1947 a 1957.
4.- La Nacionalista revolucionaria: de 1957 a 1988.
5.- La Neoliberal de 1988 a 2000.
6.- La Alternancia en la Presidencia: 2000 al 2012.
7.-La Reinvención del presidencialismo priista: 2013. Tamaulipas no es una isla. Los efectos e impactos de los movimientos nacionales, han llegado en ondas expansivas que han delineado los escenarios locales. Cada una de esas épocas, han impreso su legado en el cuerpo sociopolítico de la entidad.
          Tras el triunfo de Carranza, el país quedó dividido. Las regiones aún con dinámicas internas autónomas se resistieron a recibir orientaciones del Centro sin objetarlas. Nuestro estado vivió días turbulentos. Asonadas para desconocer gobernadores –que no era otra cosa más que deseos de autonomía regional-, Congresos endebles y gobernadores frágiles fue el resultado de esa tensión entre el naciente nuevo régimen, su principal conductor y los factores locales.
          El aguaprietismo, llegó para iniciar el momento de orden y de institucionalización de la lucha por el poder local. Emilio Portes Gil, emergería como el hombre fuerte de la posrevolución y se transformaría en el interlocutor válido entre el poder regional y el poder nacional en vías de consolidación.
          Como uno de los grandes animales políticos tamaulipecos, Portes Gil aprovechó al máximo la larvaria consolidación del poder presidencial y mandó en Tamaulipas hasta 1947 con leves intermitencias. 
          Es decir: coexistió con el poder nacional bajo un acuerdo: él se encargaba de resolver la política en la entidad al tiempo de operar como un ente institucional con el Presidente.
          El alemanismo, manejó el estado diez años. Depuso al gobernador portesgilista, Hugo Pedro González Lugo instalando en la gubernatura a Raúl Gárate y luego ubicó a Horacio Terán Zozaya. Dio inicio así, el fin de la hegemonía de las fuerzas locales para definir los candidatos a la gubernatura.
          El Nacionalismo revolucionario, impactó fuertemente en Tamaulipas. El poder central decidió que los asuntos políticos de la federación –candidaturas a diputados federales y senadores incluyendo gobernadores- eran de exclusividad suya y sus muy cercanos amigos y aliados. Los gobernadores, fueron acotados a opinar ya definir sólo alcaldías y diputaciones locales.
          El Neoliberalismo, no cambió las formas de hacer política; cambió la estructura tradicional sociopolítica en la región. Se desmanteló la envejecida burocracia obrera e intentó –sin lograrlo- suplantar al PRI por un tejido gubernamental que denominó Solidaridad. La medida, facilitó el arribo de cuadros adversarios de la vieja clase política que habríamos de ubicar como nacionalistas revolucionarios. El Presidente siguió operando como actor esencial en la definición de la gubernatura.
          La Alternancia en la Presidencia, regresó la tutela de la candidatura a la gubernatura, de las diputaciones federales y senadurías. El inédito fenómeno de Presidente panista-gobernador priista, prohijó por comodidad y equilibrio, que los gobernadores actuaran como una especie de Virreyes. Se adhirieron a todas las políticas nacionales del Ejecutivo federal azul, y a cambio éste les dejó gobernar casi unilateralmente la entidad. Así gobernaron Tomás Yarrington y Eugenio Hernández Flores.
          El tiempo de la Reinvención el presidencialismo priista, trae otras circunstancias. Su afán centralizador- la reforma hacendaria, energética y política son indicios de esa tendencia- no muestra augurios felices para las fuerzas políticas locales. El movimiento pendular del poderío presidencial, lleva al tiempo de Tamaulipas a coincidir con el tiempo del endurecimiento del poder central.
          No hay con qué resistir.
          Ni hay actores, que puedan ripostar.
          El 2015, será apenas una minúscula señal de la nueva divinidad tricolor. 

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