jueves, 6 de febrero de 2014

100 días en el limbo…

El Fogón
José Ángel Solorio Martínez
Río Bravo merece un mejor destino. 
           Y más aún: un amable presente. 
           En esa orientación y tarea, el gobierno municipal y estatal, tienen la obligación de armar convergencias. Por una razón fundamental: la sociedad tiene ideas y propuestas para remontar ciertos desafíos del desarrollo social -sobre todo en los servicios públicos-; pero, los gobiernos tienen los recursos y los instrumentos para concretarlos.
           No debería haber distanciamiento entre ambos niveles de gobierno.
           Los dos, son del mismo partido.
           El origen de la candidatura y el arribo del alcalde Rogelio Villaseñor a la alcaldía parece ser el elemento que nutre un absurdo distanciamiento entre el poder municipal y la administración estatal evidenciado en el magro apoyo gubernamental para el Ayuntamiento que capitanea el agricultor.
           A más 100 días de gobierno, Villaseñor no ha iniciado una sola obra o acción relevante. Y como para marcar ese alejamiento, ha sido invitado por el gobierno del estado, a asistir a eventos en los cuales los actores principales son las autoridades de Reynosa; como invitado de palo, el munícipe ha visto no sin cierto resquemor millonarios apoyos para la inversión en obra pública al vecino municipio.
           Si la práctica continua, el trienio será una larga y negra noche para los riobravenses y su gobierno.
           La falta de flujos de circulante a la administración ya prohijó roces políticos al interior del Ayuntamiento. Los regidores –la mayoría, 12 para ser exactos- ya han dado muestras de desacuerdos con el jefe de la Comuna: rechazaron su propuesta para incrementar la carga arancelaria a comerciantes por el uso de mamparas publicitarias en el equipamiento de la ciudad.
           El fondo de la irritación interna es el sueldo de los ediles. Se les han mantenido 12 mil pesos a la quincena, pero se les canceló la compensación.
           Como los contadores profesionales saben, en áreas de gobierno la compensación es utilizada como forma de racionalizar recursos: los aguinaldos se pagan en función del salario nominal. La medida es un ganar-ganar: los regidores no pagan impuestos por las compensaciones y la autoridad no paga aguinaldo por el global de esa indexación. 
           El equipo de Villaseñor, desconoce esa medida. Y ha metido en una confrontación innecesaria a su jefe con sus pares: un cada vez más creciente bloque rebelde en el Ayuntamiento.
           A esos efectos del escenario político regional, se suman otros elementos que hacen ir cuesta arriba a la administración de Rogelio: su inexistente vínculo con los resortes que vinculan la estructura financiera estatal y federal con el municipio.
           Desde inmemoriales tiempos, una herramienta para gestionar recursos materiales y políticos de la capital es el diputado local.
           El legislador –aparte de hacer y votar Leyes- es una funcional armella para acercar a los gobiernos municipales con las instituciones estatales.
           Abre puertas de Secretarios; facilita el acercamiento con el Congreso del estado –nomás hay que recordar una función obligada de los diputados: revisar las cuentas públicas de los Ayuntamientos- y sobre todo: ser interlocutor entre el gobernador y los presidentes municipales.
           Rogelio está confrontado con el diputado riobravense, Diego Guajardo.
           De la misma manera, el diputado federal es un eficaz conductor para amarar acuerdos entre los alcaldes y las dependencias federales: PEMEX, Hacienda, IMSS, ISSSTE, etc. 
           Rogelio carece de puentes, con el parlamentario panista Alejandro Llanas.
           La autoridad riobravense tiene la obligación de conducir con serenidad y sapiencia nuestra casa común que es Río Bravo. Se deben hacer ajustes. Se tienen que incorporar prácticas político-administrativas, que aporten crecimiento y desarrollo a la ciudad. Hay que cambiar lo que ha demostrado no funcionar. 
           El primer interesado, debe ser el jefe edilicio.
           Para el gobierno de estado, es una alegre comodidad que esos rotos puentes sigan sin reparar.
           100 días, en el limbo, son muchos.

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