jueves, 14 de julio de 2016

Polvorín

A unos les toca bailar, a otros les toca sentarse…
José Ángel Solorio Martínez
          Ningún priista hizo lo suficiente para ganar las elecciones del pasado 5 de junio, pero ya sobran precandidatos a una senaduría que suponen de trámite: la de primera minoría. Este escaño es, como se sabe, el premio de consolación para la segunda fuerza electoral en la entidad.
          Y los precandidatos tricolores, asumen que si se les niega la senaduría de mayoría –primer lugar en las urnas-, tendrán el acceso directo por la segunda ruta a la Cámara alta.
          Tanto Baltasar Hinojosa Ochoa, como Marco Antonio Bernal Gutiérrez, se han anotado en una acción que parece albazo a otros aspirantes.
Otros con similares méritos que los matamorenses, el riobravense Edgar Melhem Salinas y Alejandro Guevara Cobos han sido más cautelosos y discretos en sus aspiraciones.
          Ni pensar que la fórmula esté exenta de mujeres. Por obligatoriedad de la Ley, debe ir en la fórmula una dama.
          Eso achica, las posibilidades de los cuadros varoniles y resta potencia a la propuesta toda vez que las chicas –de la mayoría de los partidos, pero especialmente del tricolor- son cuadros de baja competitividad.
          El 2018, se ve complicado para el PRI.
          Mucho, muy complicado.
          Con un liderazgo nacional de severos cuestionamientos –bajo perfil, inexperiencia en el cuadrilátero de la política que actualmente es una bestial jungla-, a la baja en las entidades, y con una clase política desangrada moralmente-, se le augura un honroso tercer lugar en la diputa presidencial que se avecina. Tanto a nivel nacional, como a nivel local.
          Es decir, los esfuerzos que prematuramente hacen los priistas –Balta y Bernal- parecen verdaderos sueños guajiros.
          Y no tanto, porque el PRI ahora esté en la oposición en Tamaulipas. Eso es un asunto secundario. Lo dramático para los tricolores, son los esfuerzos denodados por apropiarse de un fiambre con el cual aspiran lucrar alegando ser los depositarios de su testamento político.
          ¿Por qué no dejar el paso a la nueva generación –si es que la hay- de priistas tamaulipecos?..
          ¿Por qué insiste esa clase política tan repudiada?..
          En los ranchos, el equilibrio social se generaba bajo una sabia conseja: a unos les toca bailar; a otros, les toca sentarse. Y al revés.
          Al parecer, estamos ante ambiciosos vulgares: ya les pusieron una felpa…
         …y no quieren dejar de bailar…

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