lunes, 20 de octubre de 2014

El síndrome de Ícaro

El Fogón
José Angel Solorio Martinez
Octubre 19/2014
           Eugenio Hernández Flores, el ex gobernador de Tamaulipas, insiste en su intento de mostrarse como un factor de poder vigente. El intento, no es de ninguna manera desleal, oportunista ni mucho menos ilegítimo. Él, es un referente obligado cuando se aborda el sistema político regional. Todos los gobernadores, han incurrido en ese actitud –ellos seguramente lo defenderán como derecho suyo, de ellos-.
           No ha escondido su mano, cuando ha tirado la piedra.
           Ubicó, -en una muestra evidente, de que respira y por lo mismo aspira- a su hermana Susana en el liderazgo del sector femenil del CDE del PRI tamaulipeco. Es ella, una dama de sociedad que toda su vida ha estado alejada de la política –que no de los políticos- y de las estructuras del partido. Tiene ella, una fortuna incalculable producto de los negocios que en la gestión gubernamental de su hermano se le facilitaron.
           El esposo de la lideresa de las mujeres priistas, Aureliano Salinas, durante seis años multiplicó sus millonarias cuentas mediante empresas que operaron como prestadoras de servicios del gobierno de su cuñado Eugenio y de alcaldías que lo recibían con un fingido júbilo por ser nada más y nada menos que el esposo de la hermana del gobernador.
           De otra forma: Susana, no necesita la política para vivir; ya vivió, de la política.
           Más claro: el recurso, el dinero, no es la motivación fundamental de la distinguida dama.
           Sólo existe una explicación: la búsqueda de fuero. El febril, deseo de seguir ejerciendo la autoridad y sus amables consecuencias.
           En ese tenor, está la inserción de Aureliano Salinas a la administración pública federal. Con las más aviesas estrategias desplazó de la Delegación de la PROFEPA a Miguel de la Rosa Medrano. Ahora, el afortunado cuñado es delegado federal. E igual que su dilecta esposa: llegó ahí, no para hacer dinero –ya lo hizo en el sexenio de Eugenio- sino para ampliar las expectativas de su amoroso hermano político y lanzar una señal de que el ex gobernador aún se mueve.
           La maligna estratagema, no termina con esos movimientos preliminares. Está concatenada, a otras maniobras de igual contextura. Susana, Aureliano y otros, patrocinaron el abortado albazo para hacer candidata a la diputación federal a la viuda de Rodolfo Torre.
           El propósito real de ese destape, fue atajar y demoler las intenciones de los otros precandidatos con mayores fortalezas y generar un escenario de confrontación y de división en la clase política victorense.
           ¿El objetivo?..
           Crear las condiciones socio-políticas para la emergencia de un tercero en discordia.
           Más bien: tercera en discordia, Susana Hernández Flores.
           Hernández Flores, le está rascando la piel más sensible al diablo. Tiene abiertas indagaciones por lavado de dinero en el extranjero, junto a sus socios y familiares. Aún no se enfrían, las averiguaciones contra Fernando Cano y contra su cuñado Mario Gómez. Miles de millones de dólares despertaron la avaricia del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, y va por ellos toda vez que los dueños de ese dinero no pueden comprobarlo.
           Geño, como si nada hubiera hecho, quiere de nuevo reflectores.
           A lo mejor, el gobierno gringo se conforma con el dinero. El problema, está en el gobierno mexicano. Como se sabe, a la Federación le es indiferente los dineros de los gobernantes. Lo que un Presidente en trepidante proceso de centralización no perdona, es la diputa de la tutela de sus atribuciones meta-constitucionales.
           Y Geño es lo que pretende: decidir quién llega y quién no llega, al 2016 en Tamaulipas.
           (La perversa engañifa de los geñistas, no sólo está con la vista puesta en el 2015.
           De ninguna manera. Ellos, tienen más bien el ojo en el 2016. Con la táctica de la tercera en discordia, eliminan al menos a dos de los más serios pre-aspirantes a la gubernatura).
           Eugenio, todavía desconoce el síndrome de Ícaro.
           Le pasó a Tomás Yarrington: se acercó tanto, y con tanta insistencia, a los reflectores…
  …que terminaron dañando sus alas y desplomándolo.

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