viernes, 17 de octubre de 2014

El origen del bonapartismo chicharronero

El Fogón
José Angel Solorio Martínez
Jueves 16 Octubre/2014
El origen del bonapartismo chicharronero
           ¿Qué elementos delinearon una clase gobernante tamaulipeca enamorada de los excesos de poder y a la desproporción en el uso de las financias públicas?..
           ¿Cuándo desaparecieron los contrapesos de la autoridad en Tamaulipas, que derivó en la práctica enfebrecida de un poder pantagruélico?..
           ¿Quién destruyó ese tejido político que a su vez eliminó los balancines y construyó buena parte de la indefensión de la sociedad?...
           ¿En qué momento se pervirtieron las organizaciones opositoras tamaulipecas?..
           La práctica de un poder gubernamental sin límites, se cinceló con las políticas neoliberales Carlos Salinas de Gortari. Tamaulipas, vivió a finales de los años 80 el desmantelamiento de las burocracias obreras y del debilitamiento de la retícula social del PRI. Cayeron de sus tronos: Joaquín Hernández Galicia, Pedro Pérez Ibarra, Reynaldo Garza Cantú, Agapito González Cavazos y Diego Navarro. Junto a esa cauda, la tradicional clase política fue desplazada de las decisiones fundamentales de la gobernanza tamaulipeca.
           Las organizaciones campesinas, se achicaron ante el vendaval que representó el TLC. Y por consecuencia, los caudillos campiranos, fueron arrinconados a tareas menores en la vida institucional del PRI y de su gobierno.
           Los llamados caciques obreros, dejaron un vacío institucional que aún hoy persiste. Un gobernador, al lado de la Quina, era un encuentro entre pares. Un gobernador al lado de Agapito, era una estampa entre dos actores que ejercían autoridades diferentes, pero que en el fondo y sin rubor, reconocían mutuamente sus espacios y sus potencialidades. Un gobernador, al lado de Reynaldo Garza Cantú, era una instantánea entre dos factores reales de poder. Un gobernador al lado de Diego Navarro, era una ilustración entre un elemento de presión y un personaje que tenía la necesidad de consultar a los comandantes obreros si aspiraba a tener gobernabilidad en la entidad.
           Operaron, sin duda, como contrapesos a las acciones del gobernador en turno.
           (De ninguna manera, se afirma que los caciques obreros, fueron saludables para el sistema político tamaulipeco. De lo que se trata es de explicar, el por qué, el cómo y el cuándo, desaparecieron los pesos y contrapesos de los gobernadores y la eclosión de su caligulesca gobernabilidad).
           Manuel Cavazos Lerma, inició la era de los gobernadores neoliberales. Encontró tabla rasa en Tamaulipas. Sin la Quina, sin Agapito, sin Reynaldo, sin Pérez Ibarra, sin Diego y sin el PRI –él mismo había construido un aparato electoral y clientelar insuperable: los comités de Solidaridad-, gobernó a sus anchas. Tuvo rebeliones a nivel local (obvio: los grupos políticos pueden ser debilitados y golpeados, pero jamás eliminados totalmente en un sexenio; caso diferente el de los dirigentes obreros, que fueron perseguidos por el aparato de justicia federal), pero no pudieron arrebatarle la potestad de postular candidato a sucederlo.
           Tomás Yarrington vivió, una atmósfera propicia para la puesta en escena de un bonapartismo chicharronero. Disfrutó una eventualidad que le dio más poder: la ausencia de un presidente priista. Sin los incómodos caciques obreros, dueño exclusivo del PRI y de sus sectores, fue un gobernador como pocos: soberbio, altanero, pedante, petulante y frívolo. Hizo y deshizo, el presupuesto a su arbitrio.
           ¿Quién podía recriminarle, o exigirle ecuanimidad?..
           Miles de millones de dólares de origen oscuro y cuestionable, pararon en sus cuentas bancarias; del país y del extranjero. Fue el nacimiento de los grandes multimillonarios con Fernando Cano, a la cabeza. Esta vorágine, arrastró a los partidos de oposición. Con Tomás, inició la pudrición general del PAN y el PRD en el estado. Compró a dirigentes y candidatos panistas y perredistas tan relevantes como Gustavo Cárdenas y Jorge Sosa Phol a quien excarceló del penal de Andonegui.
           Tomás con una tersura inigualable, nombró a su sucesor.
           Eugenio Hernández Flores, se construyó un paisaje mucho más prometedor que sus antecesores: MCL y Yarrington. Como gobernador, hizo lo que no pudo su antecesor con Fox: hacerse amigo del Presidente panista Felipe Calderón. A la vez, alentó la descomposición de las oposiciones que terminaron funcionado como franquicias y apéndices del gobierno estatal. (En este proceso, mucho tuvo que ver Ricardo Gamundi).   Al grado que hoy, en el PAN como el PRD, operan facciones a favor de la oficialidad y del PRI.
           Del manejo del presupuesto, ni hablar: Fernando Cano multiplicó su fortuna y la administración estatal dejó una deuda de casi 20 mil millones de pesos.
           Para Eugenio, resultó todavía más simple nombrar a su sucesor.
           ¿Quién podía frenar las propuestas de un gobernador tan galvanizado?..
           Si hay que buscar al responsable, de esos saldos tamaulipecos ahí está: Carlos Salinas de Gortari…

No hay comentarios: