Polvorin
Joé Angel Solorio Martínez
El
líder del Congreso local, Ramirito Ramos se ha convertido en uno de los
principales lastres de la administración de Egidio Torre Cantú. Lejos de ayudar
a resolver problemas a su Jefe político, el nuevolaredese lo está llevando a
una política de confrontación tempranera, por lo innecesaria, con el alcalde de
Nuevo Laredo, Enrique Cantú Rosas. El ex dirigente del CDE del PRI tamaulipeco
y sus asesores, hicieron triunfar la estrategia de choque contra el alcalde
panista. Lejos de tender la mano a las autoridades surgidas de partidos
opositores, se percibe una actitud revanchista y de golpeteo contra los que
gobernarían diferente.
Sin haber superado la aplastante
derrota en Nuevo Laredo, Ramirito intenta recuperar su poderío a costa de
llevar disensos a su patrón. ¿O cómo explicar la rudeza innecesaria para
instalar como representante del Congreso al mismísimo Ramos, en el Consejo de
la Comisión de Agua Potable y Alcantarillado de ese puerto fronterizo?..
El mensaje que envían Ramirito y sus
cerebros grises al gobierno municipal de Nuevo Laredo, no es precisamente de
concordia y de tolerancia. Llevar a esos terrenos a la administración estatal
no es en estos momentos una actitud prudente e inteligente. Lo que más requiere
el gobierno de Torre Cantú, es de acuerdos y de trabajo conjunto ante los
inciertos y turbulentos escenarios que pisan la autoridad y los ciudadanos en
Tamaulipas.
El plan del Ramos comenzó mal.
Incrementó el rencor del electorado –mayoritariamente opositor, es decir no
priista- contra las marrullerías de un Congreso y un PRI que operan como
obstáculos para el desarrollo autónomo de Nuevo Laredo. Y al mismo tiempo,
evidencia prácticas imprudentes y antidemocráticas del Poder legislativo.
Ramirito ha resultado para la
administración estatal, más dañino y más letal que el dengue, la influenza, el
cólera, Morelitos y Herminio, juntos…
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