Polvorín
José Ángel
Solorio Martínez
El
conciliábulo del gobernador Egidio Torre Cantú y el ex gobernador Eugenio
Hernández Flores, era ya una necesidad.
El sistema político priista, está tan
fracturado que una fisura más era un exceso.
El papel de los ex gobernadores en la
red de poder en el estado, independientemente de su aceptación o su rechazo
ciudadanos, es el de operar como ingredientes de equilibrio y acuerdo entre
los grupos de autoridad y liderazgo priistas.
Un ex
gobernador no manda. Pero su paso por la responsabilidad que el electorado le
confiere por seis años, le da impulso suficiente como para articular un extenso
tejido sociopolítico con más o menos duración. En un sexenio, no se desmantela
-ni la red económica ni política- que estructura un ex Ejecutivo estatal.
Por eso, el
peso político esencial de los Ex.
Por décadas,
los gobernadores han requerido la presencia y la acción de los que se fueron.
Es imposible borrarlos del todo del PRI, de
los sectores y de la misma administración estatal.
La membrana de la
administración pública, es muy permeable.
De tal
manera, que nadie puede iniciar la jornada gubernamental de la nada. “Nada,
nace de la nada”, sentenció Carlos Fuentes.
El
encuentro entre Egidio y Geño es saludable para el PRI.
No es ni
un gesto de debilidad, ni mucho menos de fortaleza de uno u otro.
Es
simplemente, la simbiosis que los factores de poder institucionales exigen para
proporcionar continuidad a su proyecto.
El PRI ya
dio el primer paso para reinventarse.
¿Y las
oposiciones?..
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