domingo, 4 de agosto de 2013

Evitar la avaricia

Obispo: Antonio Gonzalez Sanchez 
Reflexión Dominical
Por: Obispo Antonio González Sánchez
Fecha: 2013-08-03
          Vuelvo a recordar el creyente católico debe centrar su vida en Cristo. El Bautismo los ha introducido en una nueva manera de vivir la vida en este mundo. Pero la fe en Cristo no es solamente una palabra, ni un tradición, ni una costumbre. Sino que debe llevar a vivir como Cristo lo pide.
          En el texto del Evangelio de este domingo, Lc 12, 13 – 21, pareciera que Jesús pide que los cristianos desprecien los bienes materiales. Sin embargo, no se pide que no se haga uso de los bienes terrenales, sino que no se pongan el ellos el corazón.
          En diferentes pasajes del Evangelio se acercan las personas a Jesús a pedirle un milagro: “Señor, si quieres puedes curarme”, suplica un leproso. “Maestro, Maestro, nos hundimos” le gritan los discípulos en medio de una tempestad; “Maestro, por favor haz algo por este hijo mío” le insistía un padre afligido.
          En el texto de este domingo encontramos una petición que tiene que ver con el dinero y los bienes: “Maestro, dile a mi hermanos que comparta conmigo la herencia”.
          La respuesta de Jesús: “¿quién me ha puesto como juez en la distribución de herencias?” es un rechazo a limitar en ningún sentido su misión. Por eso de la problemática particular pasa a la exhortación general: “Eviten toda clase de avaricia, porque la vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea”-
          Jesús, después de esta exhortación narra una parábola, de un hombre rico que obtuvo una gran cosecha. Esta parábola muestra una propuesta invitando a otra riqueza, la de ser “rico de lo que vale ante Dios”.
          Como siempre la Palabra de Dios escrita en la Biblia, y de manera especial en el Evangelio no se deben escuchar igual que se escucha un libro de historia, sino que son palabras siempre actuales, y deben hacer reflexionar a los creyentes en cómo están llevando su vida. Esta Palabra dominical se debe ver como una invitación a abrir el horizonte hacia Dios. Con el convencimiento que sólo él da sentido a la existencia de la persona. Se debe dirigir la mirada hacia él para alabarlo.
          Jesús dice, por medio, de una parábola que no se debe poner el corazón en las realidades terrenas, particularmente en el dinero, pues no es un valor absoluto. El creyente debe aprender a revestirse de Cristo con las obras, se deben buscar “las cosas de arriba”.
          Es cierto que el Evangelio no dice concretamente cómo se adquiere la riqueza ante Dios, ni cuáles son los bienes de allá arriba, pero se puede deducir que se trata de hacer realidad el mandato del amor de Jesús. Esto se hace dedicando tiempo a la familia, atendiendo a alguna persona necesitada, sea con dinero o dedicándole tiempo, perdonando alguna ofensa, tratando de no ofender a nadie sobre todo evitando hablar mal de los demás.
          Ya lo dice el Papa Francisco en su Primera Encíclica: “Para la fe, Cristo no sólo es aquél en quien creemos, la manifestación máxima del amor de Dios, sino también aquél con quien nos unimos para poder creer. La fe no sólo mira a Jesús, sino que mira desde el punto de vista de Jesús, con sus ojos: es una participación en su modo de ver”.
          Se puede orar con las palabras de la oración de la misa dominical: “Señor, tú que eres nuestro creador y quien amorosamente dispone toda nuestra vida, renuévanos conforme a la imagen de tu Hijo y ayúdanos a conservar siempre tu gracia”.
          Que el amor y la paz del buen Padre Dios permanezca siempre con ustedes.

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