Luis Pazos
A Pasqual
Los llamados pecados capitales no solo violan la moral cristiana, sino nos dificultan alcanzar el éxito integral.
El soberbio se cree superior a los demás, por lo que difícilmente tendrá verdaderos amigos, serán pocos sus clientes y sus jefes pensarán dos veces en promoverlo.
La avaricia, el afán desordenado de poseer y adquirir riqueza, nos lleva a cometer abusos y violar las leyes: engañar y robar. Nos crea mala fama y no pocas veces nos lleva a la cárcel.
El lujurioso es excluido de los círculos de amigos, acusado de mirar libidinosamente a sus compañeras de trabajo y familiares. Difícilmente mantendrá un hogar estable.
Quien constantemente se deja llevar por la ira, además de ser víctima del estrés y de un colesterol alto, perderá clientes, amigos y nadie lo querrá tener cerca. La ira implica falta de control y puede llevarnos a insultar o hasta a golpear a una persona por cualquier diferencia.
La gula, que involucra el vicio de comer en exceso, además de producir hipertensión y sobrepeso, refleja falta de voluntad y de disciplina. El goloso excepcionalmente es promovido en una empresa y su salud se verá quebrantada más temprano que tarde.
La pereza, que es la negligencia y descuido de las cosas, lleva en sí misma su castigo, pues es raro que un perezoso tenga éxito no tan solo económico, sino también familiar o intelectual.
Si queremos tener éxito en lo económico, familiar, sentimental y espiritual, no solo debemos evitar los siete pecados capitales, sino practicar las siete virtudes, contrarias a esos pecados: humildad, generosidad, castidad, paciencia, templanza, caridad y diligencia.
Si ya se te olvidó lo que implica cada una de esas virtudes, investígalas y tendrás la llave, no tan solo del éxito económico, sino probablemente de la felicidad, que es el éxito integral.
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