El Fogon
José Angel Solorio Martínez
El Tamaulipas contemporáneo, es
tierra de caudillos cívicos. Hombres cuya mayor divisa ha sido su carisma. (Max
Weber considera el carisma como una forma de dominación y gracia que sólo
poseen hombres excepcionales o especiales). Pichi Sampedro –pionero de la
alternancia municipal en la entidad-, Carlos Enrique Cantú Rosas, Jorge
Cárdenas González, Juan Antonio Guajardo Anzaldúa, Gustavo Cárdenas y
recientemente Francisco García Cabeza de Vaca han puesto su sello al escenario
politico regional derrotando al PRI y gobernando en sus respectivas ínsulas.
(Tanto Cantú Rosas junior, como
Leticia Salazar, están en proceso de caudillización...)
¿Qué futuro tiene en el estado ese
recurrente fenómeno sociopolítico?
¿Estará presente en el turbulento
escenario de la sucesión gubernamental?..
Comparto las conclusiones de un
texto, escrito hace años:
1.
Los caudillos cívicos tamaulipecos, son entidades de autoridad que surgen
apuntalados por el carisma en sociedades donde existen o afloran fallas
estructurales en la red de poder. Esto supone: partidos frágiles, partido
mayoritario con insalvables contradicciones en el municipio, estructura
corporativa endeble e imposición de candidatos –hasta hoy esta última
circunstancia obedece sólo al PRI-. La energía social se aferra a
personalidades cívicas que percibe como especiales –en el más estricto apego al
concepto weberiano- y con mágicos poderes como para construir paraísos sociales
y políticos en la tierra.
2.
En concordancia con lo anterior, los caudillos cívicos y su carisma superan las
debilidades estructurales de los partidos y emergen como un factor que los
aplasta. Por ello es común ver a las organizaciones políticas ir a remolque de
los caudillos, cuando por lo general un partido político (como que es una
estructura social) inicialmente soporta e impulsa a esos nuevos actores. De
esto se colige, el enorme daño que estos fenómenos sociales le han hecho al
sistema de partidos en Tamaulipas.
3.
Estos liderazgos con verticales y cerrados. Al menos en Tamaulipas este tipo de
personajes actúan bajo esas prácticas. Son unipersonales en su forma de
conducir sus proyectos, y son patrimonialistas en su estilo de administrar los
Ayuntamientos. Son cerrados, bajo la idea de que son incapaces de realizar
alianzas duraderas, de largo plazo, con otros factores; sus familiares son sus
más confiables aliados. O al menos eso es lo que han enseñado los caudillos
como Fernando Sampedro, Carlos Enrique Cantú Rosas, Jorge Cárdenas, Juan
Antonio Guajardo Anzaldúa, Gustavo Cárdenas y Francisco García Cabeza de Vaca.
4.
La naturaleza de su liderazgo, les ha impedido estructurar alianzas con
factores semejantes y proporcionar amplitud a sus proyectos. Esta manifiesta
debilidad, les ha impedido disputar con posibilidades cargos de autoridad más
allá de sus respectivos terruños. Su empecinada política aldeana, es su mayor
pecado; y en ello llevan su penitencia.
5.
En sus parcelas cuentan con una amplia base social que sólo sus errores son
capaces de erosionar. Nunca un caudillo cívico ha sido derrotado por políticas
de desprestigio o por campañas mediáticas. El carisma es una virtud
–representación, diría Mauricio Duverger– que han construido las masas y no se
arranca del imaginario colectivo de la noche a la mañana por muy poderosos que
sean los medios y los líderes de opinión que lo intentan remover. Casi todos,
han sido sepultados por la propia naturaleza de su liderazgo y las pifias que
ello les acarrea. Son memorables las campañas de medios lanzadas contra
Gustavo, contra Jorge, contra Guajardo y recientemente contra Cabeza de Vaca.
Los resultados han sido, en su mayoría contraproducentes. Su principal enemigo
ha sido –y al parecer lo seguirá siendo- la peculiar forma de utilizar su
carisma.
6.
En tanto las fallas estructurales que se dan con recurrencia en los municipios
tamaulipecos –ya señaladas- no se reproduzcan a nivel estatal, se avizora con
cierta complicación la emergencia de caudillos cívicos con posibilidades de
alcanzar el gobierno del estado.
¿Qué tanto tiempo habremos de esperar
para ver una crisis estructural en Tamaulipas?
Eso no lo puede responder, ni la
sociología ni la historia.
Lo que si se puede afirmar, es que cuando eso
ocurra, habremos de prepararnos para una contienda electoral por el gobierno
del estado, tan interesante y competida como no se ha visto desde aquel lejano
año de 1932 en que Emilio Portes Gil enfrentó a Plutarco Elías Calles y a la
musculosa maquinaria llamada Partido Nacional Revolucionario.
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