Maestro: Luis Pasos
La actuación de los priístas en el Poder Legislativo los sitúa como los principales enemigos de las reformas para que el país crezca más y se creen nuevos empleos. Pero no solo le apuestan a un menor crecimiento y al desempleo, también a una mayor violencia en el país, para presentarse ante los electores como la solución a la inseguridad generada por el crimen organizado.
Los fundamentos de esta tesis se basan en los siguientes hechos:
1.- Los estados con el mayor número de homicidios en el 2010 eran gobernados por priístas ese año: Chihuahua, Sinaloa y Tamaulipas y a pesar de ello, niegan que el problema sea también del PRI.
2.- En el Congreso, las leyes para combatir eficientemente al crimen han sido frenadas por la bancada priísta.
3.- Varios de los gobernadores, legisladores y dirigentes priístas, no se han comprometido públicamente con la lucha contra el crimen organizado. Aceptan o promueven el mito de que el Presidente Calderón es el único responsable de la violencia y hablan de “la guerra de Calderón”, como si ellos no tuvieran obligación de enfrentarla ni fuera su problema.
Piensan que si disminuye la inseguridad en México antes de las elecciones presidenciales, perderá votos el PRI en favor del PAN y, al contrario, si llegamos a las elecciones con bajos crecimientos económicos, desempleo y una mayor inseguridad, tendrán más posibilidades de regresar al poder.
Esa estrategia es una de las causas por la que varios gobernadores y legisladores priístas nadan de a “muertito” ante homicidios, extorsiones y otros ilícitos que, en base a la Constitución, son la primera instancia para resolverlos.
La mayoría de los priistas en lugar de ayudar a lidiar al toro, como es su obligación ética y jurídica, sólo observan la corrida desde la barrera y muchos de ellos le chiflan al torero.
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