Luis Pazos
Gracias a la UNAM muchos mexicanos que no tenían recursos para cursar una carrera universitaria, lograron hacerlo; sin embargo, junto con esos frutos, también hay mucha hierba que, a los 100 años de fundada, debe cortarse.
En la UNAM cursé una especialidad, una maestría y un doctorado e impartí clases por cerca de dos décadas. Le estoy muy agradecido, lo que me obliga a denunciar sus fallas y la falta de reformas por sus máximas autoridades, quienes en las últimas administraciones no han aprovechado su puesto para realizar cambios estructurales que le permitan a nuestra máxima casa de estudios convertirse en una institución de excelencia académica.
Según el “Qs World University Rankings”, la UNAM cayó del 2009 al 2010, 32 lugares en investigación, calidad académica y contratación de sus egresados. Salió del grupo de las 200 mejores universidades del mundo. En la UNAM enseñan los mejores maestros del país, salen los mejores alumnos, pero, a la vez, es de las instituciones que más desperdicia recursos y donde un gran número de los alumnos inscritos no terminan sus estudios, salen mal preparados o no ejercen su carrera.
La UNAM debe convertirse en una institución de excelencia, en donde estudien sólo los mejores, ya sean pobres o ricos. Becar a quienes no tengan recursos, que paguen quienes los tengan o saquen bajas calificaciones y dar de baja a los “flojitos”.
Respetuosamente le pedimos al señor rector de la UNAM, Dr. José Narro, no enfocar sus esfuerzos sólo a obtener más dinero de los impuestos, sino a implementar reformas para mejorar el nivel académico y de investigación. La gratuidad de la UNAM es un mito, pues cada alumno le cuesta a los contribuyentes casi lo mismo que las colegiaturas de algunas reconocidas universidades privadas. Ojalá a partir de su centenario las autoridades de la UNAM, redoblen sus esfuerzos para mejorar la universidad y buscar ingresos propios, así le harán un gran servicio al país.
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