lunes, 14 de abril de 2014

Los enfadados tamaulipecos…

El Fogón
José Ángel Solorio Martínez
           La insurgencia ciudadana de Mier y de Tampico, Tamaulipas, es un momento y elemento de inflexión en el tejido social de la entidad. Los mierenses y los tampiqueños con diferentes estrategias y desde similares posiciones –en Mier el alcalde panista, desesperado encabezó a la ciudadanía para exigir a la autoridad intervención para frenar la violencia y en el puerto miles de gentes salieron a manifestarse en las calles de la ciudad y apersonarse frente a una sesión del Congreso local que en esa ciudad legislaba- rompieron la actitud pasiva y temerosa de toda la sociedad tamaulipeca para demandar en forma organizada el fin del estado fallido en la región.
           La indignación de la ciudadanía porteña se acrecentó ante las declaraciones de los Procuradores que encabezados por Jesús Murillo Karam vinieron a pronunciar sonrientes –y por eso mismo, intolerables- discursos mientras la gente tiene una semana viviendo a fuego cruzado en las calles de ese triángulo de horror y muerte en que se han convertido Tampico, Altamira y Madero.
           El colapso de festividades populares como el Playazo en Tampico –se congregaron algunos 900 jóvenes cuando habitualmente asistían de 60 o 70 mil personas a la playa Miramar- es el reflejo inobjetable del clima de incertidumbre que percibe el ciudadano común y la explicación palpable de la crisis económica del comercio y los servicios en la comarca. (Ante la generalización de la violencia autoridades de San Luis Potosí, Nuevo León y Coahuila alertaron a sus conciudadanos para evitar que viajaran a Tamaulipas con la oculta intención de que el consumo se quedara en sus respectivas entidades).
¿A quién acudir?..
¿A los alcaldes?...
¿Al gobernador?..
           Los mierenses y los tampiqueños, tomaron el camino correcto: el reclamo organizado. Y también enfocaron bien sus indignaciones: hacia el Presidente de la república. Por una razón que se ha transformado en una certidumbre en la conciencia colectiva de los tamaulipecos: el poder municipal y el poder estatal han sido arrinconados y reducidos casi a la nada.
           La Presidencia de la república debe de leer, con prudencia y certeza la actitud de los enfadados. Esta gente, aún se mueve en el plano de las instituciones. Todavía operan en las coordenadas de la civilidad y de la protesta política. Y hay que aplaudirlo, y rogar porque sigan en esa tesitura. Si las respuestas del gobierno federal –última instancia de la exigencia- siguen siendo insatisfactorias dejarían a esos grupos sociales, la ruta que a nadie conviene: la rebelión con las herramientas del último recurso.
           La penosa como insoportable situación de los tamaulipecos, ya está en la Federación. Es en esa cancha, el plano único a estas alturas, de donde pueden salir soluciones. Las autoridades locales, han bajado la cortina ante un fenómeno que los aniquiló.
           Los enfadados tamaulipecos, están en movimiento.
           Lo inobjetable de sus posturas y la potencia de las redes sociales están inquietando a amplios sectores de la ciudadanía tamaulipeca. Es un movimiento social transversal: profesionistas, empresarios, estudiantes, amas de casa. Sin duda, darán mucho de que hablar en los escenarios sociopolíticos por venir.
           La estructura política está sorprendida. El PRI tamaulipeco no acierta a responder y procesar esa ira popular; el PAN, se ve obsceno al pretender montarse en esa circunstancia toda vez que su Presidente Calderón fue el que nos arrastró a esa abominable guerra y la Izquierda aldeana se deleita en una frivolidad que la empequeñece.
           Los enfadados tamaulipecos, deben ser bienvenidos. Primero, liquidaron la parálisis social que el miedo había prohijado en la mentalidad de la sociedad porteña; segundo: es un refrescante viento en el rostro de la tradicional urdimbre de liderazgos en la región; tercero: reduce aún más, la expresión de las autoridades y cuarto: organiza la frustración y la impotencia de miles de tamaulipecos que ya están hasta el copete de sentir y ver la violencia desbordada en silencio y desde casa.
           Los enfadados tamaulipecos, -mierenses y tampiqueños- han quitado los primeros clavos de la crucificada ciudadanía tamaulipeca.
          Sólo falta, que ésta se levante y camine…

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