Polvorín
José Ángel Solorio Martínez
La
reincorporación de la alcaldesa panista Lázara Nelly González Aguilar a la
Cámara de diputados y su licencia a la alcaldía del municipio de Mainero,
Tamaulipas junto con la remoción-renuncia de varios funcionarios municipales
del sur del estado ponen en otra ruta la ingobernabilidad de Tamaulipas: se
transforma en un fenómeno angustiante, porque pasa de la ineficacia
gubernamental a la real y objetiva ausencia de gobierno.
Esos
casos en donde se involucran a servidores públicos, se generan en un escenario
de violencia y caos en la región.
Los dos acontecimientos, no se
pueden -ni se deben- separar de la ola de terror que azota a los ciudadanos
tamaulipecos. El gobierno estatal, no sólo ha dejado a la gente en la orfandad
y el abandono; ahora, muestra su desangrado músculo al exhibirse patéticamente
incapaz para garantizar la buena marcha de la maquinaria gubernamental.
El camino de Lázara, no es el mejor.
Quizá, hubiera sido más comprometida su postura si hubiera salido –como su
homólogo de Mier- a encabezar las inquietudes ciudadanas y solicitar desde la
calle y al frente de quienes la eligieron más presencia del gobernador Egidio
Torre Cantú en un pueblo que ya bastante ha sido flagelado por la peste de los
malos gobiernos.
Pero opinar a la distancia, no es lo
más saludable.
La actitud de la alcaldesa, se debe
respetar.
Finalmente, es una prueba más del
gobierno fallido que vive Tamaulipas.
Triste colofón, para un eslogan que
ya más bien parece epitafio:
“Tamaulipas está bien y le va a ir
mejor…”
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