sábado, 1 de marzo de 2014

Órdenes confusas

José Ángel Solorio Martínez 

Con afecto para Luis Arturo. El único priista confeso de aquella redacción del Expreso.

Me llamó Víctor Contreras a su oficina. Subí al segundo piso. Estaba Víctor sentado en la poltrona de Director del Expreso de Ciudad Victoria. Era ya un exitoso e influyente medio. Tendría algunos tres años en el mercado y era un referente obligado por su pulcra y novedosa línea editorial.
           -¡Maestro!-, me dijo. 
           Amable, con la suavidad que siempre le ha caracterizado añadió:
           “Pásale mi hermano…”
           “Te quiero encargar a un amigo. Se llama Juan Rafael Osorio. Le dicen el Cacho. Es alcalde de González…”
           Ocupaba yo la Jefatura de redacción o de información del pujante diario.
           Por necesidades del cargo, tenía que cerrar la edición antes de ir a dormir. A las 3 o 4 de la mañana apenas estaba concluyendo.
           La charla se desarrollaba a las 8 de la mañana.
           Con más ganas de dormir que de escuchar más carga de trabajo, le dije:
           -Muy bien…
           Contreras salió de la oficina a cumplir un compromiso.
           Yo regresé a la redacción.
           Escribí mi columna Viraje.
           Putiza al Chacho.
           Lo menos: el Atila del Sur.
           (Realmente eso era lo que se decía del Cacho en el pueblo: mal alcalde, mal político y peor administrador).
           Al otro día –publicado el texto-, con la resaca a cuestas llamó por teléfono al periódico el Coyote.
           “! Pinche Solorio! Te dije que te lo encargaba, no que lo madrearas…”
           Le repliqué desde mi obligado insomnio:
           -¡Cabrón, si era un boletín lo que querías…se lo hubieras encargado a Luis Arturo!-


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