Polvorín
José
Ángel Solorio Martínez
Pocos le conocían oficio o beneficio al
Aguacate Morris Torre, antes de que su tío Egidio Torre Cantú se convirtiera en
gobernador de Tamaulipas. Era un chico tirado a la frivolidad –más bien a la
holganza- que apenas cursó algunos semestres de alguna licenciatura en alguna
escuela de educación privada en la ciudad de
Monterrey.
La vida le cambió, cuando su tío le
vio aptitudes para la política.
(El caso se asemeja al de esas familias empresariales que al pariente más bueno para nada lo encausan por el camino de la política. Es decir: lo mandan a una esfera laboral, en donde no dañe el patrimonio que tanto ha costado a la estirpe construir).
(El caso se asemeja al de esas familias empresariales que al pariente más bueno para nada lo encausan por el camino de la política. Es decir: lo mandan a una esfera laboral, en donde no dañe el patrimonio que tanto ha costado a la estirpe construir).
Torre Cantú quiso que su amado
sobrino, ejerciera el oficio de político. Le regaló entonces la Secretaría de
Finanzas del PRI estatal donde el Aguacate empezó a llenar sus bolsas de dinero
y de rencor contra el partido que decía representar. Operó con las alforjas del
gobierno para desbarrancar el proyecto de Enrique Peña Nieto en Tamaulipas. Lo
logró. Casi manda al tercer lugar de votación, al hoy Presidente de la
República.
Al joven Morris Torre, le cautivó la
política.
Y cómo no: se apropió de decenas de
millones de pesos -que debieron bajar a las campañas de las dos Senadurías y
las ocho diputaciones- al tiempo que empezó a ser tratado como príncipe.
Hoy el Aguacate Morris, posee el
Comité Directivo Municipal del PRI y una de las fortunas más envidiables de
Ciudad Victoria.
La mala noticia: la militancia
tricolor, lo sigue viendo verde para el cargo…
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