Luis Pazos
En la primera década de este siglo la inflación de un año es parecida a la que teníamos en dos semanas o menos en algunos años de los 70, 80 y 90; la devaluación actualmente ya no es un problema económico que preocupe a inversionistas y ahorristas, en tanto en el siglo pasado fue un azote en varias décadas.
¿Cómo se superaron esos desequilibrios?
En el gobierno federal se introdujeron candados para evitar los altos déficit presupuestales, se incorporaron leyes para transparentar el gasto y se abrió la información de las finanzas y gastos del gobierno federal a los ciudadanos a través del IFAI (Instituto Federal de Acceso a la Información); sin embargo, la mayoría de esos cambios no se aplicaron en los estados cabalmente. La gran preocupación ahora es la opacidad y el crecimiento irresponsable de las deudas en varios estados.
El PRI, que gobierna la mayoría de los estados, se ha opuesto en el Congreso Federal a que se les pidan cuenta a los gobernadores, la mayoría de los cuales con la excusa de que son soberanos gastan arbitraria y discrecionalmente. Varios estados siguen gobernados como en el siglo pasado, sin límites ni contrapesos. Utilizan dinero gubernamental para ganar elecciones, comprar el silencio de algunos diputados y de no pocos medios de comunicación locales para que callen sus excesos.
En México, con el siglo XXI empezamos un proceso de democracia y rendición de cuentas a nivel federal, pero en varios estados de la República todavía subsisten los gastos sin justificación y la impunidad ante los desvíos del dinero público. Varios gobiernos estatales en la primera década de este siglo no sólo dispusieron arbitrariamente de lo que le transfirió la Federación, sino dejaron hipotecados a sus estados a través de deudas que comprometen los impuestos de futuras generaciones
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