domingo, 6 de marzo de 2016

Polvorín

El líder de La División del Norte…
José Ángel Solorio Martínez
          En 1968, Wayo Roux era uno de los jóvenes más populares en Reynosa, Tamaulipas.   Tenía en esa época, una figura ósea, pelo negrísimo -lo llevaba más abajo de los hombros-, y una mirada melancólica. Vestía como la mayoría de sus contemporáneos: pantalón de mezclilla entubado, playera -o sweater- y mocasines. Su banda musical La División del Norte, para ese año era ya una referencia entre la juventud fronteriza.
          Gobernaba ese año, como Presidente municipal, Rodolfo Garza Cantú.
          En la Presidencia de la república, estaba Gustavo Díaz Ordaz.
          Una tarde, mientras caminaba por el centro de la ciudad Roux, en compañía de uno de los elementos de su grupo -luego de una corretiza por varias cuadras- fue detenido por la policía preventiva. Su amigo, logró escabullirse. 
          Lo llevaron a la cárcel municipal. 
          El motivo: el pelo largo y su vestimenta.
          Miembro relevante de las familias más prominentes de la ciudad, le sobraron abogados.    Telefonazos al alcalde y al Jefe policiaco. Peticiones de los comerciantes más poderosos de la ciudad –la familia Roux, era propietaria de uno de los centros de diversión más importantes de la ciudad: El Alaska-.
          Hasta el hijo - Félix Garza Peña- del alcalde, acudió a la ergástula para intermediar por su amigo.
          Nada funcionó.
          Wayo salió libre, cuando el jefe de la Policía así lo quiso.
          Y como así lo quiso: rapado.
          Las fuentes de la ira policial contra lo juventud y sus costumbres, venía montada en la ola nacional de represión, instrumentada por el régimen diazordacista centrada sobre todo contra la masa estudiantil. En provincia, aquel encono se trasformó en el hostigamiento de todo sujeto que pareciera estudiante, hecho que la autoridad local vinculaba con la disidencia; y el pelo largo, era una evidencia de rebeldía que debía ahogar.
          Roux, sabía que en el fondo, la explicación de la actitud del mando policiaco estaba más cercana. Uno de los músicos de La División del Norte, había logrado conquistar a una mesera del Café Rey. Varias semanas, marchó sobre ruedas esa relación. Hasta que se dio cuenta de ella, el jefe policiaco. 
          No soportó la sociedad.
         Y menos, el pesado lastre del triángulo de la ignominia.
          Puso vigilancia, al músico.
          No pudo echarle en guante. De hecho, la vez que lo tuvo más a la mano, fue cuando su gente detuvo a Roux. El guitarrista, como gacela, había dejado cientos de metros atrás a los genízaros; aunque eso sí: con el Wayo, entre sus garras.
          El líder de La División del Norte, sonríe cuando cuenta esta historia.    
          Comenta lo penoso que es perder el cabello en manos de la policía.
          Con una mirada pícara, dio a conocer cómo enfrentó esa vicisitud: 
          -¡Me puse una peluca, y en la noche estaba tocando en El Alaska!
          Y con otra mirada de un brillo de retadora soberbia exclamó
         -¡Me la pelaron!..


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