miércoles, 23 de abril de 2014

Los costos de la purga

El Fogón
José Ángel Solorio Martínez
23 ABRIL, 2014
        El regreso de Antonio Martínez Torres a tareas del CDE del PRI tamaulipeco, ha generado turbulencias en la red de autoridad y mando institucionales.
           Obvio: nadie, es monedita de oro.
           Como todos los personajes públicos relevantes –Duverger dice que la Política es como el dios Jano: tiene dos caras- arrastran pasivos y activos; cargan, pecados y milagros.
Bajo ese presupuesto, hay que evaluar si el extraño como inesperado retorno, es para abonar el triunfo; o bien: es para llorar la derrota, de los candidatos y candidatas tricolores del 2015.
           Las fortalezas de Martínez Torres, son muchas.
           Es un cuadro político, con amplia experiencia.
           Viene de una jornada triunfal, en Tampico: aportó mucho en el éxito del hoy alcalde del puerto, Gustavo Torres Salinas.
           Conoce como muy pocos, la geografía del poder regional.
           Ha operado, la poligonal de movilización del PRI en casi una docena de campañas electorales. En casi todas, ha resultado ganador.
           Cuenta con un récord, nada despreciable. Su paso por la administración gubernamental, lo hace excepcional conocedor de la entraña política de la estructura burocrática.
           Operó como Secretario General de Gobierno y fungió como diputado local y federal.
           Ha sabido transitar con destreza en el proceloso pantano que es la política tamaulipeca, sin ser etiquetado de apéndice orgánico de algún grupo de poder o de presión de la entidad.
           Posee un destacado consenso en las bases priistas; no así en las cúpulas. Sus debilidades, no son menores.
           El brinco que lo llevó a ser precandidato del Partido de la Revolución Democrática para la gubernatura de Tamaulipas, –un ardid, para presionar a la Nomenklatura priista y forzar una Consulta a la Base que favorecería a Tomás Yarrington- lo cobró caro.
           A contrapelo, gastó buena parte de su capital político tricolor: ganó su candidato Yarrington, pero perdió su privilegiado puesto en la larga fila que los priistas han hecho por años para engarzar el poder.
           Todavía hoy, a 15 años de esa magistral –por sus resultados- estrategia el priismo tradicional no ha olvidado sus pícaros flirteos con la oposición.
           A la distancia, puede visualizarse como un error de poca monta –finalmente otros han hecho lo mismo: los Cárdenas González, los Guerra Velasco, los Deándar, los Guajardo Anzaldúa-; pero los adversarios, se encargan de magnificar en las coyunturas los tropiezos del pasado.
           Lo que fue una táctica para seguir con la hegemonía del PRI en la administración estatal, es hoy la más grande infracción de Martínez Torres. Esa cuenta, se la cobraron –Oscar Luebbert, Miguel de la Rosa Medrano y Enrique Cárdenas del Avellano- cuando hace unos meses el primer priista del estado pretendió instalarlo en el CDE del PRI como Presidente.
           El reynosense, fue el más enérgico opositor de Toño; amagó incluso, con hacer pública su inconformidad.909_16-04-13_04
           Los viejos rencores no procesados por Oscar, salieron a flote. Martínez Torres con su gambito perredista hizo una carambola de varias bandas: descarriló las posibilidades de Luebbert, al tiempo de apuntalar a Yarrington y al gobernador Manuel Cavazos Lerma quienes así ganaron la partida a la Nomenklatura. En el contexto regional esas pueden ser fragilidades de pequeño calado, remontables.
           Existe otra. Esa sí, difícil de escalar.
           La presión de los ex Presidentes del PRI tamaulipeco, hizo al CEN vetar a Martínez Torres de cargos relevantes en el partido.
           La repulsa, no sólo lesionó a Toño; también, significó un revés para el gobernador, Egidio Torre Cantú.
           Posicionar al frustrado Presidente del CDE del PRI, bajo otras formas de liderazgo –como el Doctor Simi: lo mismo pero más barato- es actuar en rebeldía con las decisiones del Centro. Insensato riesgo; sobre todo, cuando el presidencialismo está en un proceso de centralización y de galvanización. (Más bien, los presidencialismos: del PRI y de la República).
           ¿Es verdaderamente indispensable Antonio Martínez Torres?
           ¿El ex perredista es tan relevante, que bien vale una confrontación –pírrica por lo absurda- con el CEN del PRI y sus adláteres?..
           Esos, son los costos de la grotesca inicial purga del sexenio

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