El Fogón
José Ángel Solorio Martínez
José Ángel Solorio Martínez
El sur tamaulipeco, vive un vacío institucional. La más maciza clase política del PRI, decidió emigrar en busca de otros nidos. La inseguridad, la falta de espacios para incorporarse a la vida pública –que hizo a cuadros muy destacados irse a otras organizaciones políticas e inhabilitarse (verbigracia: Magdalena Peraza y Genaro de la Portilla) para seguir sus carreras en el tricolor- y la fatalidad (el deceso de Joaquín Hernández Galicia, es más una pérdida para el institucional que para los ambiciosos planes de sus hijos) desperdigaron a sus más conspicuos militantes.
Los esfuerzos por emerger como líder
en esa región tamaulipeca, del alcalde de Tampico, Gustavo Torres Salinas no
han sido del todo afortunados. Un gobierno municipal carente de talento; un
ausente liderazgo al frente del Ayuntamiento; un equipo con pertinaz compulsión
por el saqueo –el tesorero municipal, Gerardo Gómez Ibarra se auto-renta
terrenos de su propiedad para ser utilizados como almacén de maquinaria de la
ciudad- y una autoridad pública distanciada de los auténticos grupos de poder
porteños, han impedido que el alcalde crezca (en el sentido político) y tome un
rol que por derecho de sangre corresponde –claro, que las coyunturas cambian- a
todo jefe edilicio jaibo: la conducción de la clase política tricolor sureña.
Torres Salinas, no ha evaluado el
costal que trae al hombro.
Su disminuida visión de la realidad
política regional, le ha impedido dimensionar el rol que debe jugar para su
partido un presidente de un Ayuntamiento como el de Tampico en un
escenario-arena para la disputa de importantes espacios de autoridad y mando
sureños. En mucho, es su responsabilidad dar gobernabilidad al PRI en la zona
–sí algo bueno o malo le pasa a la estructura tricolor en el puerto, permea a
los Comités Municipales de Altamira y de Madero-. En buena parte, es el
indicado para ofrecer tranquilidad y confianza a los grupos empresariales, y a
sus capitanes de empresa, que desde hace décadas tomaron por asiento la ciudad
para reproducir sus capitales.
Fundamentalmente es, de facto, el
rostro del gobierno estatal en la zona; y la experiencia enseña: un buen
gobierno local aporta votos a su partido; un mal gobierno municipal, quita
sufragios a su candidato.
Él al parecer, tiene poco
desarrollado el sentido de la comprensión.
La gravedad del asunto –para el PRI- no es que Torres Salinas esté hundiendo el buque. Lo más preocupante, es que él se siente vigoroso y victorioso al frente del timón.
La gravedad del asunto –para el PRI- no es que Torres Salinas esté hundiendo el buque. Lo más preocupante, es que él se siente vigoroso y victorioso al frente del timón.
El sur tamaulipeco, tiene mucho para
dar. Su espectacular actividad económica sigue pujante; su movimiento turístico
es uno de los más productivos del Golfo; su galvanizada industria petrolera,
está en pié; su movimiento portuario tanto de Altamira como de Tampico y su
musculoso capital humano son hoy, como en el pasado, elementos insoslayables de
su crecimiento y desarrollo.
Sólo les falta liderazgo.
Sin proyectos y esfuerzos conurbados,
no detonará la región. La mayoría de su problemática requiere soluciones
anchas, más allá de la microrregión. Ahí es donde entra la potencia del
liderazgo: falta el dirigente que se ponga a la cabeza con ideas para remolcar
las sugerencias de sus pares de Altamira y Ciudad Madero. Aquí es, donde cabe
aquella conjetura de Tomás Yarrington –no porque ande a salto de mata, se deben
descalificar sus propuestas- que muy pocos entendieron: hacer región. Sin
lanzar iniciativas supramunicipales para superar los retos de la urbanidad, de
la seguridad pública, de la salud pública, del acoso a los todavía potentes
ecosistemas, la ciudadanía nunca tendrá la dicha de ver programas
gubernamentales exitosos contra la hojarasca de la conurbanidad.
El Presidente tampiqueño, a 100 días
de gobierno ha quedado mucho a deber a la ciudadanía, a sus compañeros de
partido y a su jefe político, el gobernador del estado.
La clase política y empresarial
tampiqueña, tienen una veda de 50 años sin tener un gobernador. Su último
Ejecutivo estatal, fue el notable abogado Praxedis Balboa Gójon. Eso ocurrió en
el distante 1963.
Torres Salinas, está a punto de
ampliar el récord: puso en la pizarra, 9 años más…
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