El Fogón
José Ángel Solorio Martínez
El PRI sureño se recompuso el 7 de julio.
Logró re-oxigenarse y dar un vuelco en las lastimeras expectativas que habían
despertado sus candidatos y sus campañas.
Los aspirantes a las alcaldías y a las diputaciones, durmieron todas las
noches de campaña con el peso de lo impredecible de los resultados.
Un tricolor lastimado en Madero; un institucional diezmado en Tampico y
un priismo incierto en Altamira, lograron lo que pocos daban por realizable:
llevarse carro completo en el cono sur tamaulipeco.
Años habían pasado sin que los institucionales disfrutaran de un triunfo
tan pleno, amplio e inobjetable.
Revivió el Sólido Sur.
¿Cómo se logró el milagro?..
¿Qué condiciones operaron para la instalación del PRI al frente de tres
de los Ayuntamientos de mayor potencia en el Golfo?..
Una de las circunstancia de mayor peso que
explican la emergencia de este peculiar fenómeno sociopolítico, es la
naturaleza de la clase política sudista.
Desde los años 70, ha sido un ente pragmático, desideologizado y carente
de prurito ético en los asuntos de la autoridad y el mando.
El Pichi Sampedro fue el pionero en mostrar ese carácter chocarrero y
alegre en su militancia: fue priista hasta que el presupuesto lo expulsó, para
luego aparecer como líder opositor bajo las siglas del Partido Popular
Socialista. Ganó la alcaldía porteña y gobernó al más fiel estilo priista.
Salió del PRI con las peores ofensas de sus ex compañeros de partido…
…para luego regresar al tricolor con los sonoros aplausos de sus mismos
ex compañeros.
Sampedro era empresario. Pensaba como empresario. Administró la ciudad
como hombre de empresa.
No lo hizo mal. Pero tampoco lo hizo bien. Sin duda, su forma de
gobierno será irrelevante en comparación con el mérito histórico que le tocó
llevar: inaugurar la alternancia municipal en Tamaulipas.
Su ejemplo sería seguido por muchos. No en los esfuerzos por la
alternancia; sí, en las conductas de moverse con naturalidad y sin pudor entre
fuerzas políticas contrarias.
A Sampedro, siguió Joaquín Hernández Galicia. Priista por décadas, optó
por abandonar al PRI e irse al Partido de la Revolución Democrática. Como el
tampiqueño, la Quina construyó la alternancia en Madero y gobernó por medio de
sus aliados y de sus hijos, por más de una década: 4 administraciones tuvieron
orígenes quinistas.
Ya encarrerada la posibilidad real de ganar con el PRI o contra el PRI
en la región huasteca, en Altamira apareció abruptamente Genaro de la Portilla.
Se distanció del institucional y con su esposa Romana Flores de la
Portilla ganó la alcaldía desde el Partido Frente Cardenista de Reconstrucción
Nacional.
Ese movimiento pendular PRI-Oposición proporcionó a Genaro grandes
satisfacciones: alcaldías, diputaciones y regidurías.
Los insepultos restos del quinismo y del genarismo hoy son incapaces de
ganar por sí solos alguna alcaldía; y menos una diputación. Sin embargo, por
esas paradojas de la política, sí pueden obstruir triunfos de algunos actores
políticos.
Sumar a esos girones de poder fue la genialidad del priismo. Fue esa, la
llave que llevó a la victoria y a un desesperanzado PRI que lloraba en la
víspera su descalabro.
En Madero, Edras Romero nunca hubiera ganado una elección sin la
invaluable adhesión de soslayo de Joaquín Hernández Correa, que mandó a pique
la postura triunfal del panista Agustín de la Huerta.
¿Por qué Hernández Galicia declaró semanas antes del registro de Joco
que no apoyaba a su hijo para la alcaldía?
¿Qué hizo a Joaco lanzar su candidatura a última hora?
Se infiere: la negociación de las fuerzas institucionales con el jefe de
jefes de los Hernández: la Quina.
En Tampico ocurrió algo semejante. Magdalena Peraza decidió regresar al
PRI. Dio así la posibilidad a Gustavo Salinas de dar un giro al resultado que
ya se lamentaba.
En Altamira, el genarismo regresó al redil. El candidato priista
construyó su candidatura desde temprana hora con el consenso del Gordo de la
Portilla.
Sin duda, existen otros muchos factores que delinearon la resurrección
del PRI sudista. Lo que queda para la historia, esa la recurrente conducta de
una clase política sureña tan veleidosa como acomodaticia.
La mala noticia para el PRI, es que esos
acuerdos son coyunturales.
Y por lo mismo: son extremadamente volátiles…
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