Los viejos líderes priístas llegaron a la conclusión de que la mejor estrategia para regresar al poder es adoptar una política de brazos cruzados ante los problemas nacionales. Desde el 2001 a la fecha, bajo diversas excusas, han postergado o mediatizado las reformas que los mismos técnicos priístas que diseñaron las políticas económicas de sus dos últimos presidentes, consideraban necesarias para crecer más.
Entre esas reformas están la flexibilización de la ley laboral y la apertura de PEMEX a la inversión privada. Esas reformas, de haberse aplicado hubieran significado, en base a cálculos del Instituto Mexicano de Competitividad y de la Secretaria de Energía, un crecimiento adicional anual de 1.5% puntos en el Producto Interno Bruto y cerca de medio millón de empleos más.
Desde el 2009 el Ejecutivo ha presentado diversas reformas para combatir más eficientemente al crimen, aproximadamente 12; sin embargo, el PRI bajo diversas excusas las ha pospuesto. Y es hasta lo sucedido en Monterrey, cuando públicamente, en un programa de Joaquín López Dóriga, sus dirigentes se comprometieron a aprobarlas, lo cual no significa que las aprobaran.
Al analizar la actuación de los líderes priístas, desde que son oposición a nivel federal, advertimos que le apuestan a que el país se mantenga con bajos crecimientos, desempleo e inseguridad, pues de lograrse más empleos, crecimiento y seguridad en el 2012, consideran que tienen menos probabilidades de regresar al poder.
El problema para los priístas es que la estrategia de brazos cruzados ante los problemas nacionales, que han seguido en los últimos 10 años, ya ha sido identificada por muchos electores, lo que le restará votos a su partido en el 2012 entre los ciudadanos pensantes e independientes.
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