Medardo, el Ícaro
riobravense…
José Ángel Solorio
Martínez
Medardo Treviño González, -nacido en Río
Bravo, Tamaulipas, México- es sin duda uno de los creadores más relevantes y
trascendentes en la historia del arte tamaulipeco, norestense. Ha recorrido con
su dramaturgia, con la dirección de sus obras y con adaptaciones de los
clásicos universales –desde Sófocles, hasta Shakespeare- miles de tablas y
escenarios en la mayoría de los meridianos del planeta.
Parafraseando a Mcluhan, convirtió su comarca teatral, en una aldea
global teatral.
El pasado 15 de marzo, recibió una presea más en su ya larga y prolífica
carrera en los escenarios. La asociación de críticos de teatro más respetables
de nuestro país, puso en manos de este artista riobravense, un reconocimiento
que lo convierte en el mejor dramaturgo mexicano en este 2016 con su estupenda
obra Volando al sol.
Esa pieza, no es la más impactante de
Treviño. Es –sí- la que lo ubica y consolida, como uno de los mejores
dramaturgos latinoamericanos. Este laureado texto, es la culminación del
proceso de incesante búsqueda de la perfección escénica del riobravense. (Ya antes, con la Danza de María, había
enseñado sus macizas herramientas para proveer a las artes escénicas de
materiales inobjetables para reflejar la realidad social de nuestro terruño, de
nuestra patria grande y de América Latina).
La obra premiada por los críticos de teatro –que hoy agradecemos a
Medardo-, es un espejo en el cual nos vemos –ya en parte, ya totalmente,
dependiendo del texto medardiano que leamos- los riobravenses, los
tamaulipecos, los mexicanos y los latinoamericanos.
Lo mucho que aporta al teatro mexicano Medardo, lo abrevó en una
sociedad rural que configuró su mentalidad no sólo como hombre de campo, sino
como creador delineado por la sociedad de la época que le tocó vivir –que nos
tocó vivir, en el norte tamaulipeco-. (Algunos dirán, que eso siempre ocurre
con los hombres; y tendrán razón. Solo que con este dramaturgo, la evidencia lo
engrandece).
Pareciera que los riobravenses, hemos perdido a uno de nuestros
creadores más admirados.
No es así, el asunto.
Hemos entregado al mundo –quienes nacimos en Río Bravo, y para quien la
riobravicidad es motivo de orgullo y de buena presunción-, un artista de talla
universal.
Medardo, al estilo de Ícaro, voló al sol.
A contrapelo del trágico de la mitología, -voló hacia el sol, hasta que
sus alas se derritieron- al riobravense aún le quedan alas –muchas y potentes-
para volar al sol y seguir dando satisfacciones a su familia, a sus actores, a
sus lectores, y a sus amigos…
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