jueves, 17 de marzo de 2016

Polvorín

Medardo, el Ícaro riobravense…
José Ángel Solorio Martínez

          Medardo Treviño González, -nacido en Río Bravo, Tamaulipas, México- es sin duda uno de los creadores más relevantes y trascendentes en la historia del arte tamaulipeco, norestense. Ha recorrido con su dramaturgia, con la dirección de sus obras y con adaptaciones de los clásicos universales –desde Sófocles, hasta Shakespeare- miles de tablas y escenarios en la mayoría de los meridianos del planeta.

          Parafraseando a Mcluhan, convirtió su comarca teatral, en una aldea global teatral.

          El pasado 15 de marzo, recibió una presea más en su ya larga y prolífica carrera en los escenarios. La asociación de críticos de teatro más respetables de nuestro país, puso en manos de este artista riobravense, un reconocimiento que lo convierte en el mejor dramaturgo mexicano en este 2016 con su estupenda obra Volando al sol.
Esa pieza, no es la más impactante de Treviño. Es –sí- la que lo ubica y consolida, como uno de los mejores dramaturgos latinoamericanos. Este laureado texto, es la culminación del proceso de incesante búsqueda de la perfección escénica del riobravense.  (Ya antes, con la Danza de María, había enseñado sus macizas herramientas para proveer a las artes escénicas de materiales inobjetables para reflejar la realidad social de nuestro terruño, de nuestra patria grande y de América Latina).

          La obra premiada por los críticos de teatro –que hoy agradecemos a Medardo-, es un espejo en el cual nos vemos –ya en parte, ya totalmente, dependiendo del texto medardiano que leamos- los riobravenses, los tamaulipecos, los mexicanos y los latinoamericanos.

          Lo mucho que aporta al teatro mexicano Medardo, lo abrevó en una sociedad rural que configuró su mentalidad no sólo como hombre de campo, sino como creador delineado por la sociedad de la época que le tocó vivir –que nos tocó vivir, en el norte tamaulipeco-. (Algunos dirán, que eso siempre ocurre con los hombres; y tendrán razón. Solo que con este dramaturgo, la evidencia lo engrandece).

          Pareciera que los riobravenses, hemos perdido a uno de nuestros creadores más admirados. 

          No es así, el asunto.

          Hemos entregado al mundo –quienes nacimos en Río Bravo, y para quien la riobravicidad es motivo de orgullo y de buena presunción-, un artista de talla universal.

          Medardo, al estilo de Ícaro, voló al sol.

          A contrapelo del trágico de la mitología, -voló hacia el sol, hasta que sus alas se derritieron- al riobravense aún le quedan alas –muchas y potentes- para volar al sol y seguir dando satisfacciones a su familia, a sus actores, a sus lectores, y a sus amigos…


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