GACETA
Raúl Terrazas Barraza
Enero
31/ 2015
Porque estamos muy cerca de que las encuestas
de opinión traten de acaparar la atención política de los ciudadanos respecto
al desempeño, preferencias, posicionamiento y aceptación de partidos y
candidatos.
Si existieran evidencias claras de que la encuestitis puede
sorprendernos respecto a convicciones y decisiones tomadas sobre el uso del
voto, tendríamos que pensar en la obligación de vacunarnos mentalmente para que
su influencia no propicie volatilidad del sufragio.
El asunto es que, cuando menos hasta fines del 2012, no se pudo
demostrar que las encuestas influyan en la decisión del voto, pero, sí se
convierte en un herramienta utilísima en la toma de decisiones de los
estrategas de campañas realizadas por partidos y candidatos.
Un seguimiento de la intención de voto de los mexicanos en la elección
presidencial anterior, hizo ver que la diferencia entre el candidato del PRI,
Enrique Peña Nieto y el de la izquierda, Andrés López Obrador, fue cerrada, dos
puntos cuando inició la contienda, es decir, marzo de 2012, luego hubo una gran
separación de siete puntos a favor del PRI atribuida a la influencia de la
publicidad en medios de comunicación, para quedar de nuevo muy cerca, una
diferencia menor a dos puntos días antes de las votaciones, lo que llevó a
pensar que el empate entre estas dos corrientes políticas era un hecho.
Para entonces la candidata panista Josefina Vázquez Mota ya había
perdido todo el terreno del mundo y apuntaba a quedarse en la tercera posición,
como ocurrió.
Vale la pena considerar que, aunque el PRI nunca estuvo por abajo del
PRD, con todo y que tomó mucho vuelo el movimiento de los estudiantes, que hasta
parecía orquestado para favorecer a la izquierda y poner en duda el
posicionamiento logrado por los priístas.
Ahora, en 2015 cada día estamos más cerca de llegar a la hora en que las
encuestas pintan en el escenario político y generan tendencias, cuyo
seguimiento es tomado muy en cuenta en los equipo de campaña, porque les obliga
a modificar estrategias y reconsiderar la ruta por la que debe andar el
candidato a fin de mantenerse en las preferencias de los ciudadanos.
Existen datos de hace unos días en los que se considera al PAN muy cerca
del PRI respecto a preferencias electorales y hasta se afirma que si hoy fueran
las elecciones, las ganarían los del tricolor aunque con sonadas derrotasen
varios Distritos.
Esto debe de preocupar a los estrategias del partido que dirige el
abogado Rafael González Benavides y que los candidatos busquen esquemas
proselitistas que les permitan llegar a más ciudadanos y convencerles para que
voten por ellos.
Además los priístas dudan que los panistas les pisen los talones en la
entidad, porque su organización y estructura no da para mucho y creen que hasta
los candidatos presentarán debilidades frente a los de partidos minoritarios,
por aquello de que, quien resulte el bueno por Victoria, estará en desventaja
con Gustavo Cárdenas Gutiérrez, el ex priista y ex panista que ahora anda en el
Partido Movimiento Ciudadano.
Desde luego, el escenario favorece a Miguel González, del PRI, porque la
percepción de los electores es positiva debido a la influencia que ejerce su
familia en Victoria y varios municipios del Distrito. Por cierto, ya con la
constancia de aprobación de su candidatura, el ex secretario de Finanzas del
Gobierno de la entidad, podrá acudir con los representantes priístas que
actuarán como Delegados a la Convención donde se le confirmará como candidato,
situación que le permitirá avanzar en preferencias ciudadanas.
Algo más sobre la presunta influencia de las encuestas para
cambiar la intensión del voto, es que fue analizada por expertos en una mesa de
trabajo, semanas antes de que el candidato presidencial ganador del 2012 tomara
posesión y allí se aseguró que la incertidumbre y desconfianza de los partidos
sobre el tema de las encuestas hace que los Legisladores inscribieran en las
Leyes muchas limitaciones para la publicación de las encuestas y que las
cancelaran varios días antes de la votación.
Se dijo además que la creencia generalizada es que los resultados de las
encuestas que se publican si cambian la intensión del voto, pero, estudios
realizados tanto en otros países como en México señalan que los efectos de las
encuestas son mínimos e inofensivos.
Dos estudios de opinión nacionales confirman esta versión, en 1997
cuando la elección intermedia del sexenio del Presidente Ernesto Zedillo Ponce
de León, la empresa Covarrubias y Asociación encontró que un 68 por ciento de
las personas consultadas se dijo expuesto a encuestas y recordar que partido
iba adelante.
Del 32 por ciento restante, el 17 por ciento dijo que la encuesta no le
produjo ningún efecto respecto a votar por el partido que iba a la cabeza delas
preferencias y el 12 por ciento hizo ver que después de conocer lo que decían
las encuestas, pensó votar por el partido de su preferencia, lo diera o no
ganador la encuesta.
Solo el uno por ciento sí pensó en votar por el partido que ganaba en la
encuesta, es decir, se confirma que los efectos son mínimos e inofensivos.
Una evidencia más es la del 2012, otra encuesta de la misma empresa en
la que se preguntó ala gente si vio o leyó alguna encuesta, el 58 por ciento
refirió que sí y el 42 por ciento lo contrario.
Cuando se les preguntó si la lectura de la encueta influyó para saber por
quien votaría, el 87 por ciento dijo que no y solo el 13 por ciento que sí.
A partir de resultados como estos, se dejó sobre la mesa la idea de
generar pronunciamientos a favor de la libertad de publicar encuestas ya que
los efectos sobre el electorado son inofensivos y no cambian la intención del
voto, pero, debemos tener presente que las encuestas sí pueden cambiar los
resultados de la elección, debido a que sus datos sirven de base a los
estrategas a fin de re direccionar las acción de las campañas.
Un ejemplo de esto último es el viraje de la campaña panista contra
Andrés López Obrador en el 2012, cuando las encuestas señalaban que rebasaba
con mucho a la candidata panista Josefina Vázquez Mota, por tanto, los
estrategas del entonces partido en el poder reaccionaron con rabia y virulencia
contra el izquierdista.
Entonces apareció aquella frase de “hay personas que nunca cambian” y
como la gente estaba en el dilema si aceptar al tabasqueño con tal de que no
estuviera el PRI de nuevo en Los Pinos y que no se quedara allí el PAN.
Las encuestas de ese tiempo reflejaron el cambio de preferencias y se
presentó un fenómeno raro, las diferencias entre el candidato priísta Enrique
Peña Nieto y el perredista se revirtieron de manera que los números
favorecieron en más de lo esperado al PRI, en tanto al PAN no le sirvió la
estrategia de golpeteo, porque de cualquier manera se quedó en el tercer sitio
de la votación.
Es decir, las tendencias de las encuestas dan lecturas a los
responsables de campañas y partidos, pero, su restricción no se justifica por
el efecto que causan en el electorado, que, como ya dijimos es inofensivo, pero
sí afectan el derecho a la información que tienen los ciudadanos.
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