El Fogón
José Angel
Solorio Martínez
Jueves 16
Octubre/2014
El origen del
bonapartismo chicharronero
¿Qué elementos delinearon una clase
gobernante tamaulipeca enamorada de los excesos de poder y a la desproporción
en el uso de las financias públicas?..
¿Cuándo desaparecieron los
contrapesos de la autoridad en Tamaulipas, que derivó en la práctica
enfebrecida de un poder pantagruélico?..
¿Quién destruyó ese tejido político
que a su vez eliminó los balancines y construyó buena parte de la indefensión
de la sociedad?...
¿En qué momento se pervirtieron las
organizaciones opositoras tamaulipecas?..
La práctica de un poder
gubernamental sin límites, se cinceló con las políticas neoliberales Carlos
Salinas de Gortari. Tamaulipas, vivió a finales de los años 80 el
desmantelamiento de las burocracias obreras y del debilitamiento de la retícula
social del PRI. Cayeron de sus tronos: Joaquín Hernández Galicia, Pedro Pérez
Ibarra, Reynaldo Garza Cantú, Agapito González Cavazos y Diego Navarro. Junto a
esa cauda, la tradicional clase política fue desplazada de las decisiones
fundamentales de la gobernanza tamaulipeca.
Las organizaciones campesinas, se
achicaron ante el vendaval que representó el TLC. Y por consecuencia, los
caudillos campiranos, fueron arrinconados a tareas menores en la vida
institucional del PRI y de su gobierno.
Los llamados caciques obreros,
dejaron un vacío institucional que aún hoy persiste. Un gobernador, al lado de
la Quina, era un encuentro entre pares. Un gobernador al lado de Agapito, era
una estampa entre dos actores que ejercían autoridades diferentes, pero que en
el fondo y sin rubor, reconocían mutuamente sus espacios y sus potencialidades.
Un gobernador, al lado de Reynaldo Garza Cantú, era una instantánea entre dos
factores reales de poder. Un gobernador al lado de Diego Navarro, era una
ilustración entre un elemento de presión y un personaje que tenía la necesidad
de consultar a los comandantes obreros si aspiraba a tener gobernabilidad en la
entidad.
Operaron, sin duda, como contrapesos
a las acciones del gobernador en turno.
(De ninguna manera, se afirma que
los caciques obreros, fueron saludables para el sistema político tamaulipeco.
De lo que se trata es de explicar, el por qué, el cómo y el cuándo,
desaparecieron los pesos y contrapesos de los gobernadores y la eclosión de su
caligulesca gobernabilidad).
Manuel Cavazos Lerma, inició la era
de los gobernadores neoliberales. Encontró tabla rasa en Tamaulipas. Sin la
Quina, sin Agapito, sin Reynaldo, sin Pérez Ibarra, sin Diego y sin el PRI –él
mismo había construido un aparato electoral y clientelar insuperable: los
comités de Solidaridad-, gobernó a sus anchas. Tuvo rebeliones a nivel local
(obvio: los grupos políticos pueden ser debilitados y golpeados, pero jamás
eliminados totalmente en un sexenio; caso diferente el de los dirigentes
obreros, que fueron perseguidos por el aparato de justicia federal), pero no
pudieron arrebatarle la potestad de postular candidato a sucederlo.
Tomás Yarrington vivió, una
atmósfera propicia para la puesta en escena de un bonapartismo chicharronero.
Disfrutó una eventualidad que le dio más poder: la ausencia de un presidente
priista. Sin los incómodos caciques obreros, dueño exclusivo del PRI y de sus
sectores, fue un gobernador como pocos: soberbio, altanero, pedante, petulante
y frívolo. Hizo y deshizo, el presupuesto a su arbitrio.
¿Quién podía recriminarle, o
exigirle ecuanimidad?..
Miles de millones de dólares de
origen oscuro y cuestionable, pararon en sus cuentas bancarias; del país y del
extranjero. Fue el nacimiento de los grandes multimillonarios con Fernando
Cano, a la cabeza. Esta vorágine, arrastró a los partidos de oposición. Con
Tomás, inició la pudrición general del PAN y el PRD en el estado. Compró a
dirigentes y candidatos panistas y perredistas tan relevantes como Gustavo
Cárdenas y Jorge Sosa Phol a quien excarceló del penal de Andonegui.
Tomás con una tersura inigualable,
nombró a su sucesor.
Eugenio Hernández Flores, se
construyó un paisaje mucho más prometedor que sus antecesores: MCL y
Yarrington. Como gobernador, hizo lo que no pudo su antecesor con Fox: hacerse
amigo del Presidente panista Felipe Calderón. A la vez, alentó la
descomposición de las oposiciones que terminaron funcionado como franquicias y
apéndices del gobierno estatal. (En este proceso, mucho tuvo que ver Ricardo
Gamundi). Al grado que hoy, en el PAN
como el PRD, operan facciones a favor de la oficialidad y del PRI.
Del manejo del presupuesto, ni
hablar: Fernando Cano multiplicó su fortuna y la administración estatal dejó
una deuda de casi 20 mil millones de pesos.
Para Eugenio, resultó todavía más
simple nombrar a su sucesor.
¿Quién podía frenar las propuestas
de un gobernador tan galvanizado?..
Si hay que buscar al responsable, de
esos saldos tamaulipecos ahí está: Carlos Salinas de Gortari…
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