lunes, 16 de junio de 2014

El Nuevo Tamaulipas

El Fogón
Domingo 15/Junio/2014
           Antes del 2015, el priismo tamaulipeco tendrá que enfrentar uno de sus más intensos desafíos: la indagación a cinco (otros dos son de origen panista) de sus alcaldes y a mas de una docena de altos funcionarios de los gobiernos municipal y estatal.
           No es una invención: ya el Comisionado para la Seguridad Pública para Tamaulipas, Miguel Ángel Osorio Chong y el titular de la PGR dejaron correr esa información.
           Se presume que esos jefes edilicios tienen –o tuvieron en campaña- vínculos con los poderes fácticos. ¿Quiénes son los alcaldes manchados?.. Hasta hoy, sólo hay información extraoficial.
           Se puede adelantar que son dos Presidentes municipales del sur del estado, dos del centro y uno de la frontera.

           Se comenta que también podrían estar investigados varios síndicos y regidores de los más potentes Ayuntamientos.
           ¿Sabrá procesar ese nuevo sismo el priismo tamaulipeco?.. Hace dos años y medio el gobierno del presidente Felipe Calderón lanzó una ofensiva demoledora contra la clase política de la región.
           Inmiscuyó a tres ex gobernadores con el crimen organizado. La embestida mediática dejó hecho polvo al tricolor y puso contra las cuerdas al menos a dos ex gobernadores: Tomás Yarrington y Eugenio Hernández Flores.
           Es fecha, que todavía no se repone el priismo regional de ese descontón.
No ha ganado una elección federal desde ese golpazo. ¿Acaso el presidencialismo en reconfiguración, intenta demoler al PRI tamaulipeco?..
           De ninguna manera es una paradoja.
           La estrategia encierra, el deseo subterfugio de quitar la tutela a las fuerzas políticas locales, de la construcción y la articulación del proceso de construcción, de selección y de postulación del candidato a la gubernatura de Tamaulipas.
           La idea central de la profilaxis en los espacios de autoridad municipal, es en parte, liquidar los sueños de gobernador de dos de los principales actores locales: Gustavo Torres Salinas y Alejandro Etienne Llano. (Estos dos jefes edilicios, se dice, encabezan la lista de los alcaldes bajo la lupa…).
           Otra noción de esa estrategia, es la depuración de una clase política que generó una perniciosa relación simbiótica con poderes oscuros que ya se erigieron en obstáculo para el desarrollo económico y social de la comarca.
           (Esto es más bien producto del futuro económico mediato que vivirá Tamaulipas: el boom petrolero en puerta y el juego de grandísimos intereses transnacionales cuyas solicitudes son exigencias para el gobierno mexicano).
           Al gobierno federal poco parece interesarle los magros 8 distritos tamaulipecos.
           En números duros, representa el 2.4 por ciento del universo distrital del país. Es decir: genera pocos efectos preocupantes un escenario fatal tamaulipeco para un PRI que a nivel nacional ya sacó las más urgentes reformas.
           Es más importante retomar el control de las instituciones y el reemplazo de muchas, en una entidad que será piedra angular para la emergencia de una de las economías regionales más prometedoras en Latinoamérica.
           El gobierno federal parece jugar en dos planos: cumplir con las peticiones del capital internacional y tomar el control político de Tamaulipas.
           Una y otra tarea van de la mano. La presencia permanente del Secretario de Gobernación y de los jerarcas del gabinete de seguridad no son señales menores de lo que viene para las fuerzas políticas y económicas aldeanas.
           La hora de los factores locales, terminó. Manuel Cavazos reabrió el circuito del poder –desde el crac del portesgilismo (1947) que no se veía- para las fuerzas locales; Tomás Yarrington lo continuó y Eugenio Hernández Flores lo concluyó. Fueron 15 años, de cierta autonomía de los poderes regionales.
           Todas esas circunstancias, hacen ocioso y secundario el liderazgo maltrecho de Rafael González Benavides.
           Convierte en algo sin importancia, la inexistencia de los sectores tricolores y la pobreza de liderazgos prohíja más ternura que angustia.
           En otras palabras: una derrota en el 2015 sería un descalabro para las expresiones políticas del estado –candidatos y administración estatal-, pero no para la Federación que tiene amplia capacidad de maniobra. (Sobre todo en lo económico). Contra el gastado cliché de que hay que ganar el 2015 para ganar el 2016, las realidades económica y política de la región: una clase política tamaulipeca vapuleada; una la larga y metiche mano de la Federación…
           … y un explosivo y monstruoso despliegue económico transnacional.
           Hace meses, que Tamaulipas es otro.


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