El
Fogón
José
Ángel Solorio Martínez
Rafael González Benavides –el líder del PRI tamaulipeco- debe estar
preocupado.
La frontera es azul.
Y amaga con seguirse pintando de igual color, en las
elecciones federales que se avecinan.
Con liderazgos consistentes en las esquinas de la
entidad –Nuevo Laredo y Matamoros- como Carlos Enrique Cantú Rosas y Leticia
Salazar y con un potente panismo en Miguel Alemán y
en Reynosa, es un frente que difícilmente podrá remontar el partido de las
instituciones.
Sobre todo, por la parálisis de sus
dirigentes y de sus estructuras.
El PAN, no ha dormido. Desde que llegaron al
poder los alcaldes albiazules, se han movido con el objetivo puesto en su
próximo reto electoral.
Cantú Rosas, ha delineado una amplia alianza
entre grupos sociales nuevolaredenses –ahí están priistas, panistas, y
perredistas, trabajadores y empresarios- para darle gobernabilidad al municipio
y generar espacios para ensanchar su proyecto más allá de la región.
Lety Salazar, entró a trompicones pero
pronto rectificó.
La campaña negra que se le construyó
a partir de su mala estrategia de salida, la galvanizó.
Vista como víctima la alcaldesa no sufrió
abolladuras en su programa político.
Esta circunstancia, sumada al
desmantelamiento de la red de poder priísta ante la pérdida de uno de sus más
emblemáticos líderes –Tomás Yarrington-, mantiene a este nuevo actor panista en
la cresta del panismo del Golfo.
La mega ciudad Reynosa, ha arropado con más
que generosidad a los panistas.
Los notables y sonoros encontronazos entre
los diferentes grupos de presión que coexisten al interior del PAN, no los ha
debilitado ni los ha desgastado ante un electorado que cada día le da muestras
de firme fidelidad.
Su dirigente más conspicuo, Francisco García
Cabeza de Vaca, está más vivo que nunca.
Las pequeñas derrotas sufridas en el pasado,
parecen estar sanadas.
Desde hoy, se ve un PRI achicado y
arrinconado en el norte tamaulipeco.
En el sentido estricto, es una organización
política minoritaria.
Los alcaldes de Nuevo Laredo y Matamoros,
son una maciza pinza que tiene contra las cuerdas a los cuatro potenciales
candidatos tricolores.
No hay distrito fácil, para el
institucional. En Nuevo Laredo, el PRI fue aplastado por un losa de casi 30 mil
votos y en Matamoros de igual forma, los priistas lloran que lloran como la
zarzamora lamentándose el olvido y el desdén con que los tratan.
En Reynosa, se dificulta encontrar un
candidato que pueda ganar sin objeciones una elección de entrada competidísima.
Y en Río Bravo, la gente de González
Benavides da por hecho que Diego Guajardo será el candidato y que será
sacrificado por esa lápida azul que es el sur reynosense.
En Matamoros, nadie quiere entrarle al toro.
Luis Biasi ha tejido una fuerte alianza con el viejo y el nuevo panismo y ha
logrado aglutinar a decenas de priistas desencantados por la ausencia de
liderazgos institucionales.
Otro elemento que conspira contra la tarea
de Rafael González Benavides, es la miseria en la cual su partido se encuentra.
El Comité
Directivo Estatal, no tiene fondos ni para pagar a sus experimentados
operadores que están en un tris de irse a prestar sus servicios a las
oposiciones. (Si tantito se tardan, decenas de trabajadores de ese partido se
apersonarán ante la Junta de Conciliación a reclamar sus salarios y a denunciar
despidos injustificados)
A contrapelo, los panismos nuevolaredense,
reynosense y matamorense, poseen recursos para mover jubilosamente a sus
huestes.
Al parecer, Cantú Rosas, Cabeza de Vaca y
Lety Salazar, tienen claro el papel que juegan las finanzas en una tarea
política de largo aliento y de ancha dimensión.
En carne propia, el ya derrotado mariscal de
campo del PRI tamaulipeco, está hoy sintiendo en carne propia, aquella
sentencia de su correligionario: “Un político pobre, es un pobre político…”
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