El
Fogón
José
Ángel Solorio Martínez
La estructura institucional
tamaulipeca, cambió con la reinserción política del ex gobernador Eugenio Hernández Flores.
El evento, dio un vuelco en la
correlación de fuerzas de autoridad y mando en Tamaulipas.
Debilitado por los golpes del cruel
y despiadado Cronos, Enrique Cárdenas González; desterrado por el desprecio de
buena parte de la clase política regional, Manuel Cavazos Lerma y Tomás
Yarrington, pulverizado por la soberbia y sus amoríos con la moneda fácil,
quedaron sobre el escenario local sólo dos factores: Egidio Torre Cantú y
Eugenio Hernández.
El retorno del ex gobernador, generó
varias víctimas colaterales. Dejó en situación de vulnerabilidad al menos a
tres precandidatos a la gubernatura: Baltazar Hinojosa Ochoa, Enrique Cárdenas
del Avellano y a Oscar Luebbert Gutiérrez. No los liquida; sólo los sofoca.
El ex alcalde de Matamoros, arrastra
un déficit de consensos tanto con Geño, como con Egidio: confrontó a Hernández
Flores a grado tal de ganar sus últimas participaciones electorales en su
ciudad natal con serios índices de sufrimiento y despotricó con la decisión del
PRI de regalar la gubernatura a Egidio Torre Cantú.
El ex alcalde de Ciudad Victoria, ostenta el
récord de confrontaciones con gobernadores: tiene saldos pendientes con Cavazos
Lerma, Yarrington, con Geño y con Torre Cantú.
Es acaso el más desangrado, ante la
alianza estratégica que se está tejiendo entre la dupla sobreviviente –hasta
hoy- de los voraces escenarios tamaulipecos.
Luebbert con el músculo agotado, y
menguado por su autoexilio en Mc Allen, Texas es el más dañado. El primer
destapado –se auto promovió públicamente hace unos meses- es el primer
desplazado. Distanciado con Eugenio y alejado de Torre Cantú, parece no
alcanzarle para exigir boleto para la sucesión gubernamental.
Tríada al cadalso. ¿Puede un
candidato a la gubernatura de Tamaulipas, instrumentar una campaña exitosa para
su causa, sin la venia de Egidio y Geño?
En los días que corren, es difícil.
Muy difícil.
Bajo esa premisa la lista de los
precandidatos priistas locales se achica, se depura. Al momento, sólo tienen
aliento dos: el Secretario de la Sedesol, Homero de la Garza y el alcalde de
Victoria, Alejandro Etienne.
Y de los dos, en unos meses sólo se
potenciará uno: el que gane la diputación federal del distrito con cabecera en
la capital. ¿Tiene futuro ese dueto en el paisaje político regional?.. Es
temprano.
Lo que se puede asegurar hoy, es que
su protagonismo en los escenarios venideros estará en apego a los resultados de
la elección federal del 2015.
Si el PRI gana la mayoría en el Congreso
de la Unión –con la consecuente consolidación del Presidente Peña Nieto- se
incrementaría la posibilidad de una decisión central; si el PRI pierde la
mayoría del Poder legislativo, -con la obligada mengua del poder Ejecutivo-
aumentaría la viabilidad de una solución local. Esta opción, reeditaría otros
escenarios del pasado: Consulta a la Base para arropar de legitimidad y de
potencia al ungimiento del candidato.
La mala nueva para las fuerzas
locales, es que tienen que superar un reto monumental en el 2015: ganar
holgadamente la mayoría de las 9 diputaciones en juego en la entidad.
Este resultado, otorgaría capacidad
de maniobra y negociación a los factores locales con las fuerzas del centro.
Independientemente de cómo le vaya a Peña Nieto con sus candidatos a diputados
federales, el priismo tamaulipeco tiene la obligación de presentar un rostro
triunfador en la región.
La noticia triste, -para el priismo
de hueso colorado- es que acaban de empoderar en el PRI de Tamaulipas, a Rafael
González Benavides. Sin duda: perfeccionará el trabajo del Sepulturero
Cervantes Durán. Está visto: será el cuarto al patíbulo…
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