La filosofía cristiana no es una ideología, sino un conjunto de principios que rompen desde sus inicios con los paradigmas de las demás religiones.
Su eje fundamental es la persona como un todo, no como parte de un Estado.
El cristianismo es la primera religión que no cree en el determinismo de los individuos ni de los pueblos.
El libre albedrio coloca a cada quien como principal responsable de su destino. Incorpora como parte de la naturaleza humana la responsabilidad y la libertad de decidir.
El cristianismo es la primera religión que coloca a la persona como centro de la sociedad. El individuo antes que el Estado, es personalista.
El cristianismo es la primera religión que no se confunde con la clase gobernante, ni sus verdades sirven a los gobernantes: “dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.
El cristianismo es la primera religión que no es racista ni clasista. Todas las personas, independientemente de ser judíos o gentiles, pueden ser cristianos: ricos pobres, prostitutas, pecadores, sabios e ignorantes.
El cristianismo considera que cada quien se condena o se salva, se va al infierno o al cielo, según sus actos, sus omisiones y decisiones.
El cristianismo es la primera religión que no obliga a creer en sus principios.
A nadie se debe obligar a ser cristiano, aunque no se haya respetado ese principio en algunas épocas. No se puede amar a Dios a la fuerza.
El cristianismo es la primera religión que incorpora la razón para explicar sus creencias. La filosofía aristotélica-tomista, guía de los grandes pensadores de la iglesia, introduce a la razón para explicar sus principios y su moral.
Distingue entre dogmas y razón.
El cristianismo no es liberal, el liberalismo toma sus principios básicos del cristianismo y coincide en colocar a la persona y a la libertad como los ejes sobre los cuales debe girar un orden social.
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