jueves, 11 de noviembre de 2010

Del Sobreejercicio al Subejercicio



Luis Pazos

          Durante el siglo pasado, en los últimos meses del año, las secretarías y las dependencias gubernamentales realizaban compras y gastos de última hora. El principal objetivo, agotar el presupuesto. La mayoría de esos egresos eran innecesarios, pero había la costumbre de ejercer todo el presupuesto.
          A partir del año 2000 surgen candados para lograr una mayor transparencia en el gasto, ya que con la excusa de terminarse el presupuesto, se realizaban actos de corrupción y derroche.
          Ahora, algunos políticos de la vieja guardia, presentan los subejercicios como un gran pecado y acusan al gobierno de “no saber gastar”.  Las grandes crisis inflacionarias y devaluatorias que sufrimos en la década de los 80 y 90 fueron detonadas por sobreejercicios, es decir, gastos por arriba de lo programado.
          Social y financieramente es mucho mejor un subejercicio a un sobreejercicio. La palabra presupuesto quiere decir que hay un supuesto de ingresos y de gastos, pero difícilmente puede ser exacto. Un gobernante, un empresario o un jefe de familia sensatos, pueden gastar menos sin graves consecuencias, pero no más de lo presupuestado, sin desequilibrar sus finanzas.  
          Hay muchas razones lógicas para el subejercicio. Por ejemplo, los subejercicios en carreteras en ocasiones son debidos a que aunque esté programada la obra, en un tramo no están liberados los derechos de vía, hay dificultades en el terreno o impugnación en las licitaciones.
          Algunos diputados que durante el siglo pasado pertenecieron a gobiernos que fueron campeones del derroche y los sobreejercicios, ahora se rasgan las vestiduras por subejercicios, que muchas veces implican ahorros, un gasto mejor aplicado y el no inventar compras para únicamente erogar, sin ningún beneficio social real, todo lo presupuestado

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