Luis Pazos
Un sindicato norteamericano denunció ante los medios de comunicación que una maquiladora en la India utilizaba menores de edad para fabricar ropa, que después se vendía en los grandes almacenes de los Estados Unidos. Una cadena de televisión envió un camarógrafo para captar las escenas de los menores trabajando y acusar de vender ropa a algunos almacenes en EUA, producto de la explotación infantil en la India.
Al enterarse los dueños de la maquiladora en la India, despidieron a los niños y pusieron en su lugar a adultos. Algunos piensan que gracias a esa denuncia se terminó con un centro de explotación infantil; pero pocos se tomaron la molestia de investigar qué pasó después con los niños que “liberaron de la explotación los sindicalistas norteamericanos”. Los condenaron a robar, a mendingar y a ser víctima de los verdaderos explotadores de menores, que los describe crudamente la película “Quisiera ser millonario”.
El trabajo de menores disminuyó este siglo en relación a los pasados, no por las leyes, sino por las innovaciones empresariales que generan una mayor productividad, la que permite que el trabajo de muchos padres sea suficiente para mantener sin trabajar y en la escuela a sus hijos menores.
Me gustaría que todos los menores fueran a la escuela sin necesidad de trabajar, pero solamente quien ignora la realidad social de México y de los países subdesarrollados, puede pasar por alto que hay familias muy humildes en el campo y en las ciudades, donde el trabajo de los hijos menores es la única forma de darles de comer, sostenerles los estudios y capacitarlos.
Debemos buscar las condiciones para estimular a las empresas a ofrecer trabajos a menores de familias pobres, a la vez que los capacitan y les dan facilidades para ir a la escuela. Incorporar a la legislación laboral un castigo a cualquiera que le de trabajo a un menor de 14 años, implica ignorancia o una actitud demagógica.
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